(Actualizado en Octubre de 2024)
La palabra apóstol significa “enviado” y es cierto que, como creyentes, hemos sido comisionados por el Señor para ir “por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), pero esto no significa que todos seamos apóstoles. Aunque un apóstol es alguien que ha sido enviado, no todo el que es enviado es un apóstol.
El apóstol es alguien que ha sido designado directamente por el Señor Jesucristo. Esto lo podemos ver en Efesios 4:11, “él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Fíjese que dice que “constituyó a unos”, no dice “a todos”. Esto lo confirmamos con 1 Corintios 12:29, “¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?” La respuesta a cada una de estas preguntas es “NO”.
Hay una distinción en las Escrituras en relación a los apóstoles.
¿Quiénes eran apóstoles?
Los apóstoles fueron designados por el Señor. Los 12 apóstoles los escogió el Señor mismo, y son mencionados sus nombres en los primeros tres evangelios: “Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó” (Mateo 10:2-4, ver también Marcos 3:14-19). En Lucas 6:13-16 dice – “Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles”.
Más adelante, se nos dice de Matías, quien ocupó el lugar de Judas Iscariote: “orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado” (Hechos 1:24-25). Matías no fue escogido por los otros 11 apóstoles, sino por el Señor mismo.
Por último, tenemos a Pablo quien era “apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)” (Gálatas 1:1).
El mayor peligro es que estos “apóstoles” se están adjudicando una autoridad que no les ha sido conferida, para ejercer poder y dominio sobre los cristianos
Adicionalmente, el apóstol Pedro hace referencia que para ser apóstol se requería: “uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección” (Hechos 1:22). Todos ellos habían sido testigos de su resurrección. Igualmente, el apóstol Pablo era testigo de la resurrección de Jesús y por eso dice en 1 Corintios 15:8 – “al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”.
La labor de los apóstoles era de poner el fundamento de la doctrina del Nuevo Testamento, como lo dice Efesios 2:21 – “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”. El Nuevo Testamento fue escrito por apóstoles (Mateo, Juan, Pablo y Pedro) y profetas (Marcos, Lucas, Santiago y Judas).
Fíjese cómo al introducir las epístolas el Espíritu Santo es muy cuidadoso en las palabras usadas. Veamos algunos casos:
- 1 Corintios 1:1 – “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios y el hermano Sóstenes”. Pablo es llamado apóstol; Sóstenes es llamado hermano
- 2 Corintios 1:1 – “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo”. Nuevamente, Pablo es llamado apóstol; Timoteo es llamado hermano. (Ver también Colosenses 1:1).
- Filipenses 1:1 – “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo”. Debido a que se está refiriendo a los dos simultáneamente, usa el término “siervos”, no dice que Timoteo fuese apóstol.
- 1 Tesalonicenses 1:1 – “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses”. Al referirse a los tres juntos no hace referencia a que sean apóstoles. (Ver también 2 Tesalonicenses 1:1)
- 1 Timoteo 1:1-2 – “Pablo, apóstol de Jesucristo… a Timoteo, verdadero hijo en la fe”. No dice “al apóstol Timoteo”, ya que Timoteo no era apóstol. (Ver también 2 Timoteo 1:1).
- Santiago 1:1 – “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. Santiago no se identifica como apóstol.
- Judas 1:1 – “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo”. Tampoco Judas se identifica como apóstol.
En cada uno de estos casos el Espíritu Santo es muy cuidadoso en no incluir a siervos de Cristo como Timoteo, Sóstenes o Silas entre los apóstoles.
Otras referencias
Hay al menos 81 referencias en el Nuevo Testamento a la palabra griega “apóstolos”, que quiere decir “apóstol”. En la gran mayoría de ellas se refiere bien sea a los 12 apóstoles o al apóstol Pablo, excepto en 5 ocasiones:
Romanos 16:7 – “Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que fueron antes que mí en Cristo”. A primera vista pareciera que Andrónico y Junias fueran apóstoles, pero necesariamente. Dice que “son muy estimados entre los apóstoles”; lo que quiere decir es que entre los apóstoles había un gran aprecio hacia Andrónico y Junias, pero no que ellos mismos fueran apóstoles. Esto concuerda con el resto del versículo, porque dice que ellos “fueron antes que mí en Cristo”, lo cual quiere decir que habían sido salvos antes que el apóstol Pablo fuera salvo. Pablo fue salvo en el capítulo 9 de Hechos, y antes de esto la mayoría de los creyentes estaban en Jerusalén bajo el liderazgo de los 12 apóstoles. Esto nos da a entender que Andrónico y Junias prestaban servicio espiritual en los comienzos de la iglesia en Jerusalén ganando el favor y aprecio de los apóstoles.
- Hechos 14:14 – “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo”. Aquí pareciera que Bernabé es un apóstol, pero la razón por la que se le menciona como apóstol es por su asociación con el apóstol Pablo (aunque ya vimos en las introducciones a las epístolas que este no es siempre el caso). Un ejemplo similar lo encontramos en Salmo 99:6 que dice – “Moisés y Aarón entre sus sacerdotes”. ¿Era Moisés un sacerdote? No era, ya que Aarón y sus hijos fueron quienes tuvieron el llamamiento para el sacerdocio, pero Moisés es mencionado como sacerdote en este pasaje específico por su asociación con Aarón. Lo mismo ocurre con las siguientes tres referencias.
- 2 Corintios 8:23 – “En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros [apóstoles] de las iglesias, y gloria de Cristo” (palabra en corchetes añadida por el autor).
- Filipenses 2:25 – “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero [apóstol]”.
- 1 Tesalonicenses 2:6 – “ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo”.
Estos cuatro son los únicos casos donde pareciera que tanto Bernabé, Tito, Epafrodito, Timoteo y Silas son mencionados como apóstoles. Todos son casos donde la palabra es utilizada por asociación con el apóstol Pablo, no porque ellos fueran designados por el Señor como apóstoles.
Cuando tenemos más de 70 versículos que indican claramente que los apóstoles fueron designados por el Señor y no por hombres y todos ellos se refieren a 13 personas solamente, nos damos cuenta cuál es el verdadero sentido de la palabra apóstol en el Nuevo Testamento.
El gran peligro de los que se llaman apóstoles hoy día
En primer lugar, en cuanto a aquellos que se dicen ser apóstoles hoy día, hay que preguntarse: ¿quién les designó como apóstoles? Ya que para ser apóstol la persona tiene que ser designada directamente por el Señor (Gálatas 1:1).
Pero el mayor peligro es que estos “apóstoles” se están adjudicando una autoridad que no les ha sido conferida, para ejercer poder y dominio sobre los cristianos tomando decisiones y actuando en contra de las Escrituras, y pretender que son inmunes y nadie les puede acusar porque llevan la “autoridad de Cristo como apóstoles”. Esto nunca hicieron ninguno de los verdaderos apóstoles.
Los apóstoles sufrieron martirio, excepto uno, Juan. Vivieron en pobreza, perseguidos y laborando incansablemente por el evangelio. Tomando las palabras de Pablo:
“…en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez”
2 Corintios 11:23-27
Los pseudoapóstoles de hoy día lo que hacen es vivir en comodidad y riquezas a expensas de la iglesia y de un título que les dé una posición de privilegio. No se les puede acusar ni cuestionar nada porque son “apóstoles”. Pueden inventar doctrinas que son contrarias a la Palabra de Dios y todos tienen que decir “Amén” porque ellos son “apóstoles”. No están para servir sino para dominar.
Entonces, ¿existen apóstoles hoy día?
De manera que es bien explícito en el Nuevo Testamento quienes eran apóstoles, y es evidente que hoy día ninguno ha sido testigo directo (o visual) de la resurrección de Jesús.
Tanto Efesios 4:9 y Gálatas 1:1 nos dan a entender que el apostolado no es algo que se transfiere de un hombre a otro, o que sea asignado por un grupo de personas, sino que es una elección directa del Señor. Por lo tanto, hoy día no hay apóstoles, sino que los apóstoles fueron escogidos y usados por Dios para una tarea específica al comienzo de la iglesia (Efesios 2:20)
Sin embargo, tenemos la “doctrina de los apóstoles” por sus escritos del Nuevo Testamento y Judas, en su epístola, nos exhorta a tener “memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo” (Judas 17).
Es cierto que hay muchos engañadores tratando de atraer la atención y adjudicarse autoridad que no le ha sido dada por Dios. Necesitamos tener el discernimiento de la iglesia en Éfeso, de quienes el Señor dijo: “has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2).
Miguel Mosquera
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