Y puso capitanes de guerra sobre el pueblo, y los hizo reunir en la plaza de la puerta de la ciudad, y habló al corazón de ellos, diciendo: Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá2 Crónicas 32:6-8
Es necesario colocar los tres versículos, aunque fuese algo largo, para poder apreciar mejor las palabras del rey Ezequías que llegaron al corazón del pueblo.
El malvado rey Senaquerib venía para sitiar la ciudad de Jerusalén. Ezequías se preparó con anticipación: reparó los muros de la ciudad (2 Crónicas 32:5), colocó otro muro adicional (nunca debemos subestimar el poder del enemigo, por lo que no es exagerado tener prudencia y protección adicional) e hizo espadas y escudos para el pueblo. Pero faltaba algo, era necesario hablar palabras al pueblo que le diera confianza y valor. El desespero conduce a la perdida de control y, como consecuencia, somos más vulnerables a los ataques del enemigo.
El rey Ezequías no les engañó diciéndoles que el enemigo no era fuerte. Les dice que el rey de Asiria viene con una multitud, pero les dirige la mirada al Dios Altísimo y Omnipotente, para que sepan que Dios está con ellos. No había razón para desesperarse ni desalentarse. Dios les ayudaría, Él pelearía la batalla.
Las palabras de Ezequías nos hacen recordar lo que el apóstol Juan nos enseña: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Nuestro valor es nada aquí;
con él todo es perdido;
mas por nosotros pugnará
de Dios el Escogido.
¿Sabéis quién es? Jesús,
el que venció en la cruz,
Señor de Sabaoth;
y pues Él sólo es Dios,
Él triunfa en la batalla.
Miguel Mosquera
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