Filipenses: Contentamiento

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No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundanciaFilipenses 4:11-12

¡Cuán difícil es tener contentamiento en el mundo en que vivimos hoy día! Somos constantemente bombardeados por una sociedad materialista, donde nuestra autoestima se mide de acuerdo con lo que poseemos. La publicidad está diseñada para crear una necesidad en nosotros (aunque no la haya) y hacernos sentir insatisfechos, y ¡cómo lo ha logrado! El contentamiento es un término que ya casi no se encuentra en nuestro vocabulario, es como un objeto valioso guardado que ni nos acordamos cuándo fue la última vez que lo vimos.

Constantemente nos comparamos con otros, lo que tienen o hacen queremos tenerlo o hacerlo también. Es una sed que nunca se sacia. Salomón lo compara con la sanguijuela: “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡dame!” (Proverbios 30:15). Un corazón insatisfecho no solamente lo tienen quienes carecen de bienes; de hecho, quienes tienen abundancia son quienes más desean tener más.

En la epístola del gozo (Filipenses) Pablo tiene que enseñar sobre el contentamiento, ya que si hay algo que roba el gozo es el descontento. La ingratitud, el descontento, la insatisfacción son los principales ladrones y enemigos del gozo para el creyente. Lamentablemente, el descontento se ha filtrado en las vidas de los creyentes sin que nos demos cuenta. Además, el descontento ofende a Dios porque le estamos culpando de no darnos lo suficiente y cuestionamos su bondad y generosidad.

Ciertamente es algo que tenemos que aprender. Pablo lo tuvo que aprender y la única manera de aprenderlo es a través de las circunstancias. Los momentos de escasez ponen a prueba nuestro contentamiento, pero los momentos de abundancia también ponen a prueba nuestro contentamiento.

Aprendamos a estar contentos con lo que Dios nos ha dado.

Cuando veis a otros con su rico haber,
y tenéis tan poco en vuestro poder,
ved las bendiciones que el Señor os da,
y contadlas todas; son de Jehová.

Miguel Mosquera

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