Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijereJuan 2:5
Todo creyente debe reconocer el señorío y la autoridad de Cristo, nuestro Salvador. Esto implica que todo lo que el Señor dice no es opcional para nosotros escoger si lo hacemos o no, sino más bien debe nacer de nuestro corazón el deseo de obedecerle. Esa fue la actitud de Saulo, cuando fue salvo, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6).
A veces pensamos que la Palabra de Dios es como un menú de restaurant donde, de acuerdo con nuestro gusto, podemos elegir lo que queremos e incluso dar instrucciones de cómo queremos que nos lo sirvan. No es así en la vida cristiana, por eso Pablo, cuando estaba en Éfeso, sentía la responsabilidad de anunciarles todo el consejo de Dios (Hechos 20:27), y el Señor, cuando comisionó a los discípulos les dijo: “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 18:20).
No debemos pensar que los mandamientos del Señor se nos imponen a la fuerza. Más bien nuestra obediencia a Él debe nacer de un corazón agradecido y lleno de amor por nuestro Salvador. ¿Qué tan dispuesto estoy a hacer todo lo que el Señor me dice?
Cristo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). El amor genuino que viene de un corazón redimido por la sangre de Cristo producirá un deseo de hacer todo lo que el Señor dice.
Para andar con Jesús no hay sendero mejor
que guardar sus mandatos de amor.
Obedientes a Él siempre habremos de ser,
y tendremos de Cristo el poder.
Miguel Mosquera
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