Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios1 Corintios 10:31
El cristiano no tiene dos vidas. No tiene dos patrones o modelos de conducta. Santiago nos enseña que «el hombre de doble ánimo es inconstante [o inestable] en todos sus caminos» (Santiago 1:8).
El versículo citado al principio nos habla de «hacedlo todo». No es solamente una cierta esfera de nuestra vida que está regulada bajo este principio, sino toda nuestra vida. Va desde cosas muy simples como «comer o beber» y se expande a cualquier área, al decir, «o hacéis otra cosa».
Un cristiano pregunta: ¿qué hay de malo en eso? o ¿búscame un versículo de la Biblia que me diga que no lo puedo hacer? Esa es una manera de pensar muy pobre, ya que la vida de un creyente no consiste en un número de reglas y todo lo que está fuera de eso soy libre de hacerlo. Debemos andar «como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios» (1 Pedro 2:16).
El Señor Jesucristo podía decir con plena libertad al Padre, «Yo te he glorificado en la tierra» (Juan 17:4). Los vv. 31 y 32 nos dan dos principios de conducta: el primero es, «hacedlo todo para la gloria de Dios». El segundo es, «no seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios». Así lo enseñó, y practicó, el Señor Jesucristo cuando dijo: «Amarás al Señor tu Dios» y «Amarás a tu prójimo».
Entonces, antes de hacer cualquier cosa hoy, hazte la pregunta: «Lo que voy a hacer, ¿trae gloria a Dios?
Miguel Mosquera
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