Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción1º Samuel 26:24
David perdonó la vida de Saúl por segunda vez. Saúl había estado persiguiendo a David con el fin de matarlo. Era una persecución intensa y continua. El rechazo tan grande de Saúl le llevó a insultar, e incluso matar, a David, y también, a su hijo Jonatán (1ª Samuel 20:33). Aun así, David le perdonó la vida cuando estaba en la cueva.
Quizás alguno hubiese pensado que David debía decir a Saúl: “como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida estimada a tus ojos”. ¿Era esto lo que esperaba David? ¿Le perdonó la vida a Saúl para que Saúl le tratara de la misma manera? David estaba seguro que no tenía por qué esperar nada bueno de Saúl. No le iba a exigir, ni muchos menos chantajear, con sus acciones. David le perdonó la vida a Saúl porque era lo correcto delante de los ojos de Dios. Que Dios viera que David no estaba pagando mal por mal. Que Dios viera que David no buscaba la venganza. Que no iba a tratar a Saúl de la misma manera que Saúl le estaba tratando a él.
David estimó preciosa la vida de Saúl y el resto se lo dejó a Dios. ¿Cuál iba a ser el resultado? Esa no era la responsabilidad de David. La responsabilidad de David era hacer lo que es correcto.
Es posible que alguno pueda estar pasando por una situación similar. Es más fácil hacer lo correcto cuando se está seguro que esto cambiará las circunstancias de forma favorable (a veces esto puede ser el caso, pero no siempre). Pero la razón por la que debemos hacer lo correcto, y amar a otros, es porque esto le agrada a Dios. ¿Cuál será el resultado? Déjeselo a Dios.
Aunque nada cambie, siga haciendo lo que es correcto a los ojos de Dios. Ese fue el ejemplo que nos dejó Cristo: “quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1ª Pedro 2:23).
Miguel Mosquera
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