Iglesia en Laodicea

MiguelIglesias de ApocalipsisLeave a Comment

La iglesia en Laodicea parecía tenerlo todo, cuando la realidad es que estaban necesitadas de todo. Pensaban que eran autosuficientes sin darse cuenta de la gran necesidad que tenían por su condición espiritualmente deplorable. Esta es quizás una de las condiciones más tristes en las que una persona o una iglesia pueden estar: tibios; veremos el por qué. 

Pasemos de una vez a considerar los cinco puntos que hemos visto en cada una de las iglesias. 

La Ciudad de Laodicea 

Laodicea era una ciudad ubicada en el valle de Lycus, cerca de Hierápolis y Colosas; a unos 60 kilómetros al sur de Filadelfia. La ciudad de Laodicea es la que está geográficamente más al sur de todas las iglesias a las que Juan escribe en Apocalipsis. 

Las características de la ciudad nos ayudan a entender el lenguaje usado por el Señor en el mensaje a esta iglesia. Podemos notar al menos cuatro características de Laodicea: 

Oro: El oro era importado del interior de Asia, refinado y certificado en Laodicea. Este negocio permitió que Laodicea se convirtiera en un importante centro bancario en la región. Las riquezas llegaron a crecer tanto que cuando Laodicea fue afectada por un desastroso terremoto en el año 60 d.C., el gobierno romano ofreció fondos para la reconstrucción de la ciudad, pero en Laodicea se negaron y reconstruyeron la ciudad con sus propios recursos. El Señor le dice a la iglesia: “yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico” (v.18). 

Lana negra: En la zona del valle de Lycus se criaba una especie de oveja de lana negra que era usada para la confección de vestidos y alfombras que eran símbolo de riquezas y estatus, por lo que se vendía a un precio costoso en el imperio romano. El Señor le dice a la iglesia: “yo te aconsejo que de mí compres… vestiduras blancas para vestirte” (v.18). Estas vestiduras blancas van en contraste con los vestidos de lana negra. 

Colirio: Laodicea también tenía una famosa escuela de medicina donde se daban tratamientos para enfermedades auditivas y visuales. Personas viajaban largas distancias en todo el imperio romano para recibir de este colirio para los ojos. El Señor escribe a la iglesia: “unge tus ojos con colirio, para que veas” (v.18). 

Aguas: Una de las desventajas de Laodicea era que no contaba con ninguna fuente de agua. Fue necesario una costosa obra de ingeniería para transportar el agua de ríos cercanos a través de tuberías de piedra. Debido a que el agua recorría largas distancias, ésta llegaba a la ciudad turbia y tibia. Se diferenciaban de las aguas frescas y frías de Colosas y las aguas calientes y medicinales de Hierápolis. El Señor le dice a la iglesia: “por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (v.16). Hay más que aprender de esta metáfora. 

En cuanto al evangelio, la iglesia en Laodicea se menciona en la carta del apóstol Pablo a los Colosenses (Colosenses 2:1; 4:13-16). La conexión entre estas dos iglesias nos lleva a pensar en que probablemente el evangelio llegó a Laodicea por medio de Epafras, quien fue el medio usado por Dios para llevar el evangelio también a Colosas (Colosenses 1:5-7). 

El apóstol Pablo escribió una carta a los Laodicenses la cual se menciona en Colosenses 4:16, sin embargo, desconocemos el contenido de esta carta ya que no fue preservada. 

Las Características de Cristo 

El Señor se revela por medio de tres títulos: 

  • El Amén: Este título es solamente usado aquí en relación con el Señor Jesucristo, sin embargo, estamos familiarizados con la palabra Amén en el resto de las Escrituras. Amén es una palabra que indica algo verdadero, firme y digno de confianza. Por ejemplo, cuando leemos las palabras del Señor diciendo “de cierto”, en el idioma griego es la palabra “amén”. 
    Cuando lo leemos como un título o un nombre se refiere a un título divino. Es utilizado para referirse a Dios en Isaías 65:16 – “El que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad se bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará”. El título “Dios de verdad” es en hebreo “Dios de amén”. De manera, que el título de Cristo como “El Amén” se refiere a que Él es digno de confianza, y también es una referencia a su deidad. 
  • Testigo Fiel y Verdadero: Ya notamos en el mensaje a la iglesia en Pérgamo que la palabra testigo también significa ‘mártir’, por lo que aprendemos del Señor que Él es fue fiel y verdadero en toda su vida hasta el punto de la muerte. El apóstol Pablo dijo: “Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato” (1 Timoteo 6:13). 
  • El Principio de la Creación de Dios: Este título ha traído mucha confusión, porque muchos lo entienden de que Cristo es el primer ser creado por Dios. Sin embargo, esto contradice muchos otros pasajes del Nuevo Testamento que claramente enseñan que Jesús es Dios (Juan 1:1; Hebreos 1:8; Tito 2:13). Además, el Nuevo Testamento enseña claramente que Cristo es Creador y no creado (Juan 1:3; Colosenses 1:16).  
    Quisiera citar lo que James Allen explica en su comentario “Lo que la Biblia enseña: Apocalipsis”:

“Este título es una clara afirmación del hecho que Cristo está fuera del tiempo. A pesar de que establece una verdad constantemente negada por los falsos maestros. Al entender “principio” en un sentido pasivo, como “uno que comenzó”, lleva a los maestros heréticos en varios períodos de la historia de la iglesia a insistir que Cristo fue el primer ser creado; Él solamente era una criatura. Esta herejía fue la piedra de fundamento del Arrianismo en el Siglo IV, pero la semilla de esto ya existía en la iglesia de Colosas (Colosenses 1:18). Tal enseñanza contradice todo el cuerpo de enseñanza del Nuevo Testamento (ver también Apocalipsis 1:8; 21:6) concerniente a la persona de Cristo. La palabra arjé debe ser tomada en un sentido activo, significando “fuente” u “origen”. Su mejor traducción sería el “originador de la creación”; Aquel por quien todas las cosas tuvieron su origen. Este es claramente el significado de Proverbios 8:22 (tomado de la Septuaginta) de donde el título es basado (ver también Apocalipsis 22:13). En Colosenses 1:15-17 Cristo es la fuente de toda creación, una verdad afirmada por Juan en su evangelio (Juan 1:1-3). Como tal, la eternidad, no el tiempo, es su ámbito. Mientras que la creación de Génesis 1 y 2 es necesariamente en vista aquí, la nueva creación debe también ser abarcada en este título. En su resurrección, Cristo es la cabeza de la nueva creación y todo está fundado sobre Él. Espiritualmente, la nueva creación es vista en la regeneración de los pecadores (2 Corintios 5:17); físicamente, será manifiesta en la redención de los cuerpos de os creyentes (Romanos 8:23); y finalmente, la materia del cosmos será cambiada (Apocalipsis 21:1; 2 Pedro 3:13) y habrán “cielos nuevos y tierra nueva”. Cristo es y siempre será el “principio” (originador) de la creación de Dios). 

La Condición de la iglesia 

No hay palabras de elogio para esta iglesia debido a su triste condición. Se sentían tan llenos y autosuficientes que no había ningún lugar para el Señor. Por eso lo último que leemos de ellos son las palabras del Señor desde afuera de la iglesia: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (v.20). 

Aquel que todo lo conoce describe a la iglesia como ‘tibia’. No eran fríos ni calientes. La ilustración gráfica es bastante sencilla, ya que estar calientes sería en el pleno fervor y devoción al Señor, mientras que estar fríos sería una apatía completa en cuanto a las cosas espirituales. Uno podría preguntarse: ¿por qué querría el Señor que ellos fueran fríos? Estar completamente fríos les permitiría más fácilmente darse cuenta de su error y necesidad. Estar calientes sería incluso más ideal para ellos. Sin embargo, eran tibios, conformistas y mediocres. No había calor espiritual que elogiar y tampoco se daban cuenta del engaño en que se encontraban, aparentando espiritualidad y vida, pero sin ninguna realidad. Su condición era totalmente detestable, que causaba rechazo de parte de Dios: “te vomitaré de mi boca” (v.16). El diccionario Strong define la palabra vomitar como “rechazar con extrema repugnancia”. 

Cristo hace eco de sus palabras: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (v.17). El pensamiento en la sociedad laodicense se había introducido en la iglesia, por lo que ellos no sentían ninguna necesidad del Señor: su presencia o su provisión. Nada más lejos de la realidad que esto, ya que el Señor los describe como “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (v.17). El desventurado es uno llego de desgracias (se traduce también como miserable – Romanos 7:24); miserable es alguien digno de lástima (se traduce como conmiseración – 1 Corintios 15:19); pobre tiene que ver con alguien carente de bienes, escaso, necesitado e insuficiente (se traduce como mendigo – Lucas 16:20); ciego es aquel que no puede ver (si bien el dicho “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver” describe muy bien a Laodicea); desnudo, es alguien que no tiene ropa. Triste ver que ellos no sabían que estaban en esta condición: “no sabes que tú eres”. Vivían engañados, ciegos a la realidad, indiferentes a Dios e ignorantes de Su Palabra. Si estuvieran estudiando las Escrituras, ella misma les habría examinado y ayudado a corregir su error. Esta es la triste realidad de muchas iglesias hoy día que solamente se reúnen para un tiempo social y de entretenimiento, sin ningún interés de estudiar la Palabra para ser exhortados y corregidos por el Espíritu Santo. Se sienten tan cómodos como están que prefieren cerrar su oído a la verdad para que su comodidad nos les estorbe. 

La Corrección del Señor 

El consejo del Señor es oportuno y necesario. Recordemos que Él es descrito como: “Admirable, Consejero…” (Isaías 9:6). Es una reprensión que viene como resultado del amor que el Señor les tiene (v.19). Está compuesto por tres cosas urgentemente necesarias para ellos, las cuales solamente podían adquirir directamente de Dios: 

  • Oro refinado en fuego: los laodicenses podían comprender el lenguaje. Esto era oro puro, oro verdadero. El Señor usa la ilustración para que ellos se den cuenta de lo que verdaderamente tenían que desear. Ellos estaban tan ocupados con su éxito material que no habían puesto atención a su miseria espiritual. Cristo dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:19-20). También el apóstol Pablo aconseja: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:17-19). 
  • Vestiduras blancas: en contraste con la lana negra que era tan costosa y buscada en Laodicea, Cristo les aconseja vestirse de vestiduras blancas. Las vestiduras en la Biblia nos hablan del testimonio del creyente. Estas vestiduras blancas son las buenas obras en las cuales el creyente debe ocuparse. Las vestiduras blancas son características de seres celestiales (Mateo 17:2; 28:3; Hechos 1:10), así los creyentes hemos sido hechos ciudadanos celestiales y esas vestiduras de justicia y santidad pueden solamente ser provistas por Dios mismo. La desnudez es asociada con la vergüenza del pecado (por primera vez se menciona cuando el pecado entró en el mundo en Edén – Génesis 3:7). 
  • Colirio: la ceguera espiritual era precisamente lo que los llevaba a ignorar la condición en que estaban. Su ceguera no les permitía ver la falsedad del oro ni la vergüenza de su desnudez. Los tratamientos humanos disponibles en la ciudad de Laodicea para esta enfermedad de ninguna manera serían efectivos en el tratamiento de la ceguera espiritual. La corrección de este problema solamente podía venir de Dios. “Ungir” sus ojos con el colirio sería la obra del Espíritu Santo (1 Juan 2:27). Tener una plena visión espiritual les dará discernimiento y juicio necesarias para conducirse en este mundo malo y engañoso. 

Quizás podríamos pensar que en algunas de las iglesias a las que el Señor se dirige las palabras de corrección para la iglesia son bastante duras. Sin embargo, es bueno tener en cuenta dos cosas: 

  1. El Señor es el dueño de la iglesia: las palabras del apóstol Pablo a los ancianos en Éfeso son pertinentes – “la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Así que Él tiene plena autoridad para dirigirse a la iglesia de esta manera. El congregarse como iglesia es un asunto serio y no debe ser tomado a la ligera. Esta es la razón por la que el Señor nos ha dejado suficientes instrucciones para estar seguros de que estamos siguiendo su modelo de la iglesia. Él no ha dejado nada a nuestra imaginación. 
  1. El Señor ama a su iglesia: aquí citamos las palabras dichas por el Señor a los laodicenses en el v.19 – “Yo reprendo y castigo a todos los que amo”. El que el Señor esté tratando de esta manera con la iglesia de Laodicea (así como con otras iglesias en Asia menor e incluso en el mundo en nuestros días) es una muestra del aprecio que Él tiene por la iglesia y quiere purificarla para que brille mejor el testimonio para la gloria de su nombre. 

El versículo en Apocalipsis 3:20 has sido muy utilizado para predicar el evangelio, sin embargo, es bueno recordar que está dirigido principalmente a creyentes. En este versículo hay un llamado no al grupo completo, sino a individuos. Esta iglesia está en tal decadencia que es necesario tratar individualmente con los creyentes allí congregados. Las palabras del Señor indican un deseo en tener comunión con el cristiano, y que el cristiano disfrute de esa comunión con el Señor Jesucristo. ¡Qué triste que un creyente por su desobediencia y descuido no está disfrutando de la comunión más sublime que puede haber para una persona, que es la comunión con el Señor Jesucristo! Esto es posible y más común de lo que nosotros quisiéramos reconocer.  

En las Escrituras la mesa es símbolo de comunión. Una comida alrededor de la mesa indica el disfrute de una relación y una comunión estrecha entre las dos personas. Esto lo podemos observar en casa de María y Marta (Juan 12:1-2) o en el aposento alto cuando el Señor se reunió con sus discípulos (Lucas 22:14-15). 

La Compensación del creyente 

La iglesia ha estado ocupada con los placeres y las riquezas de este mundo, sin darse cuenta de que hay algo más grande y sublime preparado por Cristo para los creyentes. La promesa del Señor es “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (v.21). Esa magnífica posición que el Señor está ofreciendo es basada en la obra de Cristo en la cruz. Él venció en la cruz, resucitó de entre los muertos y ha sido exaltado por Dios el Padre a lo más alto. Él es digno del trono y quiere compartir la gloria con todos los que Él ha comprado con su sangre. 

El mensaje que Cristo ha dicho a cada una de estas iglesias no son solamente para nuestro conocimiento intelectual, sino que es un mensaje dirigido a nosotros también: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. 

Miguel Mosquera

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