Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugarDeuteronomio 1:31
Han pasado cuarenta años desde su salida de Egipto y el pueblo de Israel está a punto de entrar en la tierra que Dios les había prometido. El pueblo había tenido grandes victorias como terribles derrotas. Había cantado de gozo y había sentido desánimo. Tuvieron sus altos y sus bajos. En contraste, Dios siempre había sido fiel y constante con ellos.
El desierto era grande y terrible, lleno de serpientes ardientes y escorpiones. Dios los había protegido. Encontrado fuertes enemigos. Dios los libró de todos ellos. Sintieron hambre y sed. Dios les proveyó de pan del cielo y agua de la roca. En el brillante sol y el calor inclemente nunca sus vestidos ni su calzado se envejecieron. Dios les cuidó.
Moisés usa la ilustración del padre que lleva a su hijo. Lo toma de la mano, le abre el camino, lo defiende, lo cuida, lo alimenta, le da todo lo que necesita. Si el camino se vuelve difícil, lo pone sobre sus hombros y continúa. Si el camino es desconocido, lo guía. Así fue Dios con Israel, y lo es también con nosotros. Él nunca falla, nunca se olvida de nosotros, nunca un momento en que su presencia no nos haya acompañado, no nos abandona.
En la soledad del camino, Él está allí. En las dificultades de la vida, nos pone sobre sus hombros para que continuemos. Si el camino es desconocido para nosotros, podemos estar confiados que Él sí sabe la ruta por la que hemos de andar. Cuando todo se vuelve oscuro, en Él tenemos seguridad y tranquilidad.
Caminar por el desierto de esta vida no es fácil, pero puedes estar seguro de la presencia de Dios “por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar”.
Nunca en conflictos me abandonará,
nunca una lucha que Él no peleará,
nunca enemigos que Él no vencerá:
cada momento su fuerza me da.
Cada momento, guardado en su amor;
cada momento con mi Salvador.
Mirando a Cristo confiado yo voy;
cada momento, Señor, tuyo soy.
Nunca una prueba en que Él no estará,
nunca una carga que Él no llevará,
nunca una pena que Él no sentirá:
cada momento Él me cuidará.
Miguel Mosquera
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