Y dijeron: Venid y maquinemos contra Jeremías; porque la ley no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo de lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras. (Jeremías 18:18)
¿Has experimentado alguna vez que te desprecian cuando tratas de compartir el evangelio con otros? Lo sé, es difícil. A veces nos desanimamos cuando esto nos ocurre y pensamos que en estos días el desinterés es tan grande que no vale la pena seguir esforzándose. A Jeremías le ocurrió mucho esto.
Hay dos frases que se repiten muchas veces en el libro de Jeremías, son: “Así dijo Jehová” y “No”. Por un lado Jeremías estaba escuchando la voz de Dios, recibiendo un mensaje que tenía que transmitirle al pueblo de Israel. Viniendo de Dios es un mensaje importante y urgente. Desde el capítulo 1, Dios le dijo a Jeremías: “yo apresuro mi palabra para ponerla por obra”. No hay tiempo que perder. Jeremías sale pronto a comunicar el mensaje y cuál es la respuesta que recibe: No… No… No. Al fin y al cabo, todos los demás profetas y sacerdotes hablan bien de Israel, ¿por qué habrían de escuchar a Jeremías que solamente habla de pecado y juicio? ¿Te suena familiar la escena? Es lo mismo que ocurre hoy día, muchos no se interesan en escuchar el mensaje que Dios tiene para ellos, por muy importante que sea, por muy urgente que sea.
Jeremías en ocasiones se va a mostrar desanimado, pero él encomienda a Jehová su causa. El versículo 19 dice: “Oh Jehová, mira por mí, y oye la voz de los que contienden conmigo”. A Jeremías todavía le queda mucho camino por recorrer, debe levantarse, sacudir las rodillas y seguir adelante, predicando el mensaje de Dios.
Cuando alguien te rechace un folleto o no quiera oír cuando les compartes del evangelio piensa en dos cosas: (1) Encontrarás también personas que quieren escuchar y por ellos vale la pena seguir intentándolo, además, aquellos que ahora rechazan pueden cambiar su manera de pensar luego y ser salvos. ¿No somos nosotros mismos un ejemplo de esto? Por mucho tiempo rechazamos el evangelio pero el Espíritu Santo siguió obrando en nuestra vida para nuestra salvación. (2) Recuerda las palabras de Dios a Samuel: “no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado” (1 Samuel 8:7)
Romer Miguel Mosquera