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Jesús se acercó

Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis Mateo 17:6

His Hand por Jlhopgood bajo la licencia CC BY-ND 2.0

Contemplar la gloria de Cristo desplegada en el monte de la transfiguración nos llena de asombro. Pedro no exagera al decir «habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad» (2 Pedro 1:16). Ellos fueron testigos de la grandeza, magnificencia, poder y majestad del Señor Jesucristo. Ese esplendor de gloria divina que vieron en Cristo no venía de ninguna fuente externa, ni fue una potente luz que reflejó sobre el rostro del Señor. Esa majestad venía de adentro, por quien Él es. Cristo veló esa gloria al tomar la forma de siervo y venir a esta tierra y permitió que tres de sus discípulos presenciaran por un momento de esta gloria. También la voz del cielo confirmaba la grandeza de la persona de Cristo, no dejando que fuese igualado con otros grandes hombres del Antiguo Testamento como Moisés y Elías sino dándole un lugar superior a ellos.

Al darse cuenta de la grandeza de Cristo los discípulos se postran sobre sus rostros y tienen gran temor. Aun así Cristo, habiendo mostrado su gran gloria, se acerca a ellos y los toca. Les habla palabras de aliento y les anima a levantarse. Su grandeza no le impide acercarse a tres débiles y atemorizados discípulos.

El carácter y compasión del Señor no ha cambiado. Hay muchos momentos en que nos encontramos con gran temor, bien sea por circunstancias que están ocurriendo en el momento o al fallar en nuestro servicio por el Señor nos sentimos indignos de estar incluso delante de Él. Cristo no nos ve como fracasados ni tampoco pasa por alto nuestra situación sino que, al contrario, muestra su compasión y es en esos momentos en que podemos darnos cuenta que Él realmente esta muy cerca de nosotros y nos dice: «Levantaos, y no temáis».

Miguel Mosquera
Foto de portada y texto His Hand por Jlhopgood bajo la licencia CC BY-ND 2.0

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