19:3,9 – Ya me habéis vituperado diez veces; ¿No os avergonzáis de injuriarme?… Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, y los que yo amaba se volvieron contra mí.
30:11,20 – Porque Dios desató su cuerda, y me afligió… Clamo a ti, y no me oyes; Me presento, y no me atiendes
Triste ver que ni aun los amigos de Job pudieron ser de consuelo para él. No bastaba ver su dolor y sufrimiento pero también a esto le añadieron palabras de culpa y de desprecio hacia Job. Pero, ¡si eran sus amigos! Se juntaron, le rodearon y se volvieron contra él. Job esperaba palabras de ánimo, que fueran como bálsamo para su cuerpo y su alma afligida. Pero no, sus discursos eran como espinas que se clavaban más profundamente y aumentaban el dolor de Job. ¿Qué pudiéramos decir del Señor? “Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé” (Salmo 69:20) y también “Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas” (Salmo 2:2-3). Todos le abandonaron, no hubo nadie que se presentara para dar compañía y consuelo al Señor.
Pero uno de los más grandes sufrimientos de Job es no poder encontrar respuesta en Dios. Parecía que Dios estaba lejos e inalcanzable, que quizás Dios no estaba interesado en su situación y parecía como si se hubiese vuelto su enemigo. Muchas veces nos sentimos así cuando estamos pasando por pruebas en nuestra vida pero, ¿realmente Dios nos abandona? ¿Será que Dios se había olvidado de Job? Por supuesto que no. Sin embargo las palabras de Job nos hacen recordar de uno que si fue abandonado. Dice el Salmo 22 acerca de Cristo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo”. Dios en Su santidad y justicia abandonó a Cristo en la cruz demostrando cuánto Él aborrece el pecado. Cristo estaba llevando nuestros pecados y Él sí fue abandonado por Dios en la cruz, sufriendo, solitario. Siempre se apoyó en Su Dios y su vida estaba caracterizada por la comunión y cercanía con Dios. ¡Cuánto debió ser el sufrimiento del Señor al experimentar el abandono de Aquel en quien siempre había confiado!
Miguel Mosquera