42:8,9 – …mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente… y Jehová aceptó la oración de Job.
Job había moldeado su carácter al carácter de Dios mucho antes de pasar por esta prueba y es por eso que Dios describe a Job, al principio del libro, como un hombre perfecto y recto, que temía a Dios. Job no era vengativo, a pesar de todo lo que sus amigos habían dicho de él, Job no les guardó rencor. Job intercedió por ellos.
En dos oportunidades vemos a Job como intercesor. Al principio del libro vemos que Job se levantaba muy de mañana para ofrecer sacrificio por sus hijos en caso que éstos hubiesen pecado. Luego al final del libro vemos a Job intercediendo por sus amigos que por tantos días le habían provocado una herida más profunda. Job nos enseña mucho de cómo los hijos de Dios debemos moldear nuestro carácter e interceder ante el trono de la gracia por nuestros familiares y amigos, aún por aquellos que nos afrentan.
Hebreos 7:25 dice que nuestro Señor “tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Cristo es nuestro Intercesor. Romanos también nos dice: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Si fallamos, Él está allí para interceder y perdonar nuestras faltas. ¡Qué maravilla que en los cielos tenemos un Sumo Sacerdote que intercede por nosotros! Podemos descansar plenamente en Él y estamos seguros en Él.
Miguel Mosquera