23:1-2 – Respondió Job, y dijo: Hoy también hablaré con amargura; porque es más grave mi llaga que mi gemido.
Cuando nos referimos al Señor Jesucristo, podemos ver que su vida también fue marcada por el sufrimiento. El profeta Isaías nos habla en relación a nuestro Salvador y dice: “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Siendo el Hijo de Dios no buscó la comodidad ni la facilidad para su vida. Uno que con la palabra de Su boca podía hacer a los montes temblar y los mares rugir, así como también podía traer la calma a todo esto, pero no utilizó este poder para Su propio beneficio. No solamente la vida del Señor fue marcada por el sufrimiento pero también en Su muerte. Le dijo a Sus discípulos: “el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen” (Mateo 20:18-19). Job no escogió sufrir, el sufrimiento vino. Pero Cristo voluntariamente sufrió todo esto por nosotros, por amor. Pero si el sufrimiento de Job era sin una causa aparente, es decir, no era un castigo por lo que Job hubiese hecho, aún más el sufrimiento de Cristo. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2 Corintios 5:21). Lo que Él padeció lo hizo por nosotros.
Job hace ver que su dolor y su llaga son muy graves. ¡Cuánto más el dolor y la llaga de Aquél que llevó nuestros pecados en la cruz! Y que “por su llaga fuimos nosotros curados”.
Miguel Mosquera