Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a EgiptoGénesis 37:27-28
Las Escrituras dicen acerca de Cristo, «sin causa me aborrecieron» (Juan 15:25). Fue Judá el de la idea de vender a José, así como Judas fue el que traicionó al Señor y le vendió por treinta piezas de plata. «Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado!» (Zacarías 11:12-13). Así valoraron a Cristo. Y no fue solamente Judas quien le rechazó, pero el pueblo de Israel le entregó en manos paganas. Arrestaron a Jesús en el Getsemaní y le llevaron a la casa de Anás, luego le llevaron a casa de Caifás y después ante el Sanedrín. Le llevaron ante Pilato y luego ante Herodes. Herodes no encontró nada de qué acusarle y le envió de nuevo a Pilato. Finalmente le llevaron para ser crucificado. El evangelista Juan nos da los dos lados del asunto, porque nos dice: «Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron» (Juan 19:16). Había el lado humano, aquellos soldados llevaron a Jesús al Calvario. En el Getsemaní Cristo dio una demostración de su poder y autoridad, con solo decir: «Yo soy», los soldados retrocedieron y cayeron a tierra. ¿Cómo, entonces, podían llevarse al Creador del Universo, al Hijo de Dios? No le podían llevar a no ser que Cristo voluntariamente fuera. Como manso Cordero caminó sin vacilar, y sin oponerse, hasta el lugar donde sería crucificado. Por eso Juan 19:17, nos da el lado divino, «Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera». Por amor a nosotros, Él se entregó a sí mismo a morir. Samuel Stennett lo expresó en su himno:
No habrían podido tomarle allí, llevando su cruz,
mas su voluntad era morir así, llevando su cruz.
Él puso la vida, y volviola a tomar,
y el gozo propuesto pudo estimar, llevando su cruz.
¡Oh, qué maravilla! ¿Puede ser que Él por mí la llevó?
¡Oh, qué maravilla! Sí, por mí la cruz llevó.
¡Qué maravilloso Salvador!
Miguel Mosquera
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