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José, figura de Cristo – su nacimiento

Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; y llamó su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo Génesis 30:22-24

Raquel era estéril, no podía tener hijos. Tal era su frustración que le dijo a Jacob, «Dame hijos, o si no, me muero». A pesar de ello, era amada por Jacob. El amor de Jacob no iba en función del éxito de Raquel en tener fruto en su vientre y procrear una familia, sino que era un amor profundo e incondicional. Raquel me hace pensar en el pueblo de Israel. Ningún fruto para Dios. Tenían la ley, vieron las muchas obras de Dios a lo largo de muchos años. Fue un pueblo «rebelde y contradictor». El profeta Isaías habla de ellos como una viña de vides escogidas y en tierra fértil que «sólo produjo uvas silvestres». Pero Dios ama a Israel. Su amor por Israel no estaba basado en su grandeza ni tampoco en sus obras, sino que era un amor incondicional. Jeremías, el profeta que lamenta el pecado de Israel, dijo el mensaje de Dios a Israel, «con amor eterno te he amado».

José quitó esa afrenta, siendo el primer fruto del vientre de Raquel. Él mismo fue el fruto de Raquel, llevó una vida fructífera para Dios y, aún más, añadió más fruto; porque su nombre significa: «Él añade», ya que después de José vendría otro hijo: Benjamín. Esto nos hace pensar en el Señor Jesucristo. Isaías lo describe, «Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca» (Isaías 53:2). De esa nación seca y estéril vino Cristo. Cristo mismo es el primer fruto. Asimismo, su vida fue llena de fruto abundante y escogido para Dios. Fue «varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él» (Hechos 2:22). Además, Cristo añadió más fruto, ya que los creyentes somos «el fruto de la aflicción de su alma».

Los que Juan vio en el cielo que cantaban aquel cántico nuevo, «su número era millones de millones». «Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1 Corintios 15:23).

Miguel Mosquera

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