Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; y llamó su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo Génesis 30:22-24
José quitó esa afrenta, siendo el primer fruto del vientre de Raquel. Él mismo fue el fruto de Raquel, llevó una vida fructífera para Dios y, aún más, añadió más fruto; porque su nombre significa: «Él añade», ya que después de José vendría otro hijo: Benjamín. Esto nos hace pensar en el Señor Jesucristo. Isaías lo describe, «Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca» (Isaías 53:2). De esa nación seca y estéril vino Cristo. Cristo mismo es el primer fruto. Asimismo, su vida fue llena de fruto abundante y escogido para Dios. Fue «varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él» (Hechos 2:22). Además, Cristo añadió más fruto, ya que los creyentes somos «el fruto de la aflicción de su alma».
Los que Juan vio en el cielo que cantaban aquel cántico nuevo, «su número era millones de millones». «Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1 Corintios 15:23).
Miguel Mosquera
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