Pero cuando Israel se sintió fuerte hizo al cananeo tributario, mas no lo arrojóJueces 1:28
En este versículo radica gran parte del problema del pueblo de Israel en el tiempo de los jueces. Venían de ganar grandes victorias y conquistar la tierra que Dios les había dado, sin embargo, llegaron a un punto en el cual dejaron de conquistar, dejaron de luchar y dejaron al enemigo habitar entre ellos.
El pueblo de Israel cometió tres faltas: desobedecieron a Dios, que les había dicho que destruyeran al cananeo completamente (Deuteronomio 20:17); confiaron en su propia fuerza, porque se ‘sintieron fuertes’ y dejaron al enemigo habitar entre ellos. Fueron engañados por el pecado; pensaron que eran fuertes porque dominaron al enemigo, cuando realmente eran débiles porque no lo eliminaron completamente.
El cananeo es figura de la carne en el creyente, ese impulso pecaminoso que nos inclina al mal y que se opone a Dios porque siempre busca satisfacerse a sí mismo. Muchas veces estamos dispuestos a conquistar la carne en nuestras vidas, pero no a eliminarla de manera completa. Dejamos malos hábitos o pecados que se guarden en algún rincón y que más adelante serán un tropiezo para nuestro crecimiento espiritual.
Dios nos manda a echar del todo al enemigo. Él sabe que somos débiles y que esas ‘cosas pequeñas’ tarde o temprano crecerán y nos dominarán. Solamente en el poder del Espíritu podremos hacer “morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Colosenses 3:5).
El mundo está muy cerca
y abunda tentación;
suave es el engaño
y es necia la pasión.
Ven Tú, Señor, más cerca,
mostrando tu piedad,
y escuda al alma mía
de toda iniquidad.
Miguel Mosquera
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