Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bienNehemías 2:18
Muchas veces atribuimos los resultados a la casualidad o a nuestra habilidad sin mirar arriba a la buena mano del Señor sobre nosotros. Nehemías estaba en Jerusalén con el propósito de reconstruir los muros de la ciudad.
Todo a su alrededor eran ruinas, al punto que en algunos lugares ni siquiera el caballo podía pasar. El trabajo era enorme y, por supuesto, no podía hacerlo solo. ¿De qué manera podía animar a otros en el pueblo a comenzar la obra? No fue a través de un discurso elocuente ni tampoco con falsas promesas el método que usó Nehemías. Fue declarándole al pueblo la manera en que Dios estaba obrando.
Nehemías había orado a Dios, y Dios había contestado su oración. Dios había dado gracia a Nehemías delante del rey para que le diera permiso y todo lo necesario para hacer la obra. No leemos de milagros extraordinarios, pero era muy evidente de que Dios estaba en el asunto y eso animó los corazones de los del pueblo.
¿No es cierto que ver la mano de Dios obrando nos da ánimo? Seamos como el salmista: “Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma” (Salmo 66:16). Hay trabajo que hacer en la obra del Señor, así que “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24).
Yo quiero trabajar por el Señor,
confiando en su palabra y en su amor.
Quiero yo cantar y orar, y ocupado siempre estar
en la viña del Señor.
Miguel Mosquera
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