En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la genteMarcos 8:1-2
El trasfondo de la multitud
El Señor conocía de dónde venía cada uno de los que había estado con Él. Dijo: “Algunos de ellos han venido de lejos”. Las circunstancias de cada uno eran diferentes, para algunos el camino había sido más largo que para otros, y Cristo lo sabía, pero tuvo compasión de todos. ¿Puede realmente el Señor comprender el camino por el cual yo he andado? Sí lo sabe, y su corazón se mueve por amor y se identifica con las necesidades que cada uno de nosotros esté pasando.
La necesidad que había
No tenían qué comer y el lugar era desierto. Un corazón indolente no le hubiese importado la multitud, y hubiese decidido que “cada uno se ocupe de lo suyo”. Pero no el tierno corazón de nuestro Salvador. Él dice: “si los enviare en ayudas a sus casas, se desmayarán en el camino”. Puede incluso ver más allá, lo que va a ocurrir en el camino y actuar con anticipación. Es así como el Señor lo hace en nuestras vidas, ya que no solamente está pensando en lo inmediato, sino que está actuando incluso con relación a nuestro futuro.
La provisión de su poder
Lo primero que Cristo hace es mandar a recostar a la gente. Ellos necesitaban descanso. Luego, tomando los panes dio gracias. Sólo había siete panes, pero nos está enseñando a dar gracias aun en lo poco. Con su poder, multiplica los panes para que todos estén saciados. Lo importante no era darle a todos la misma cantidad, sino que todos quedaran satisfechos. Cada uno tuvo de acuerdo a su necesidad.
El Señor hizo un gran milagro aquel día, su poder actuó movido por amor y misericordia. Nuestro amado Salvador no ha cambiado, Él sigue teniendo ‘compasión de la gente’.
Miguel Mosquera
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