Dios es sublime y excelso, grande en majestad e infinito en gloria. Tratar de definir o describir a Dios sería imposible, y nuestras mentes tampoco serían capaces de comprender todo sobre Él. Al mismo tiempo el conocimiento de Dios es el aprendizaje más noble y sublime que el ser humano puede tener.
Es por esto que Dios es tanto incomprensible como conocible. Cuando decimos que es incomprensible, nos referimos a que Él es demasiado grande para poder conocerlo plenamente: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:33-36). Cuando decimos que Dios es conocible, nos referimos a que es posible que le conozcamos: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Charles Spurgeon dijo: “Ningún tema de contemplación puede hacer nuestra mente más humilde que los pensamientos de Dios... Pero mientras este tema hace nuestra mente más humilde, también la expande. Aquel que con frecuencia piensa en Dios tendrá una mente más grande que el hombre que simplemente camina alrededor de este estrecho mundo... El estudio más excelente para expandir el alma es la ciencia de Cristo, y Éste crucificado, y el conocimiento de la Deidad en la gloriosa trinidad. Nada expandirá el intelecto, nada magnifica el alma entera del hombre, que una devota, sincera y continua investigación del gran tema de la Deidad. Y, mientras nos humilla y nos expande, este tema también es grandemente consolador. Al contemplar a Cristo encontraremos ungüento para cada herida, meditar en el Padre traerá quietud para cada dolor, y en la influencia del Espíritu Santo habrá bálsamo para cada llaga. ¿Estarías dispuesto a perder tu dolor? ¿Estarías dispuesto a ahogar tus preocupaciones? Entonces sumérgete en el más profundo mar de la Deidad, quédate asombrado de su inmensidad, y saldrás, como si fuera, del mueble del descanso, refrescado y vigorizado. No conozco nada que pueda confortar tanto el alma, calmar tanto las fuertes olas del dolor y la pena, traer tanta paz en los vientos de la prueba, como una devota meditación del tema de Dios”.
Esto es también lo que dijo Dios al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
Adicionalmente, el conocimiento de Dios es tanto intelectual como personal. El conocimiento intelectual viene de lo que Dios nos ha revelado en su palabra, nos ayuda a aprender sobre Dios. Pero el deseo de Dios y la meta del creyente van más allá de solamente adquirir conocimiento, sino en poder disfrutar de una relación personal con Dios. A medida que aplicamos este conocimiento en nuestra vida diaria, pasamos tiempo con Él en oración y con su Palabra, nos acercamos a Él cuando estamos en tiempos de pruebas, buscamos su dirección para nuestras vidas y obedecemos su voluntad que podremos comenzar a conocerle más de una forma personal. Cuando me case con mi esposa sabia algunas cosas sobre ella, pero es después de varios años de matrimonio que puedo decir con mayor propiedad que le conozco (aunque no lo sé todo). Es el tiempo que hemos pasado juntos en momentos de alegría y momentos de prueba que nos hemos podido conocer mejor, así debe ser nuestra relación personal con Dios. Si bien el conocimiento intelectual y el tiempo no es lo único que se requiere, son dos elementos necesarios para conocerle. Sin embargo, Dios es infinito por lo que siempre tendremos más para conocerle.
Nuestra necesidad de conocer a Dios no ha pasado de moda, al contrario, se hace cada vez más importante y necesaria en el mundo en que vivimos. Es con humildad de corazón que queremos introducirnos en este tema para poder conocer más sobre nuestro Dios, sin embargo, quedará de parte del lector el atesorar este conocimiento para acercarse más a Dios y fortalecer su relación personal con Él.
La revelación de Dios
Sería imposible conocer a una persona a menos que esta persona le hable o se comunique. De esta manera la persona se estaría revelando a usted, su trasfondo, experiencias, gustos o características. De la misma manera sería imposible conocer a Dios a menos que Él se nos revele. La maravilla de la gracia de nuestro Dios es que Él se ha revelado a nosotros.
Notemos tres aspectos de la revelación de Dios:
- La Creación
- Las Escrituras
- El Hijo
A través de la Creación
El Salmo 19 nos da una declaración muy interesante de la revelación de Dios al ser humano. En la primera mitad nos muestra la revelación de Dios a través de la creación y en la segunda mitad nos muestra la revelación de Dios a través de su Palabra. Ambas son necesarias para Dios mostrarnos tanto su grandeza, poder y majestad (por la creación) como su carácter, santidad y amor (por su Palabra).
Ahora, ¿qué nos revela la creación sobre Dios? Nos declara su infinita sabiduría, su inmenso poder y su grandeza, gloria y majestad sin límites. Es una revelación sin palabras, pero clara en su mensaje
Hay varios pasajes donde encontramos la grandeza de Dios revelada a través de la creación. En Job 38 Dios le hace una cantidad de preguntas las cuales Job no tiene respuestas. Dios lo lleva a observar la tierra, el mar, la nieve, el desierto, la lluvia, el mundo animal y muchas otras cosas. Entre ellas también lo hace observar los cielos: “¿Podrás tú atar los lazos de la Pléyades o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?” (Job 38:31-32). Hay más todavía, pero estas son preguntas que aun al día de hoy siguen sin respuesta. Los cielos y el espacio son una ciencia interesantísima, pero al mismo tiempo imposible de comprender a plenitud.
Ahora, ¿qué nos revela la creación sobre Dios? Nos declara su infinita sabiduría, su inmenso poder y su grandeza, gloria y majestad sin límites. Es una revelación sin palabras, pero clara en su mensaje. Isaías nos hace ver esto mismo cuando considera las estrellas: “¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (Isaías 40:25-26).
Cualquiera que contempla los cielos y las estrellas es capaz de entender que hay un Creador que hizo todas estas cosas y que es más grande y poderoso que el universo mismo. Todo ser humano ha sido alcanzado con este mensaje de Dios porque todos somos parte de esta creación, como lo dice Romanos 1:20, “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Sin embargo, no todos llegan a esta conclusión al contemplar la naturaleza y eso es lo que nos muestra Romanos 1:21 y 25, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias… cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador”.
Así que, si bien hay personas a quienes el evangelio no ha llegado a sus oídos, no hay nadie en el mundo que nunca haya tenido algún tipo de conocimiento de Dios, ya que la creación misma muestra la deidad y poder de Dios.
Sin embargo, la creación no sería una revelación suficiente, ya que es limitada en su presentación de otros atributos divinos como omnisciencia, santidad, justicia y amor de Dios. De manera, que la Palabra de Dios continua con esta revelación.
Hay dos corrientes que van peligrosamente en aumento en nuestros días: el ateísmo y el agnosticismo. La revelación de Dios a través de la creación nos demuestra la existencia de Dios llevándonos a conocer su grandeza, derribando así los argumentos del ateísmo. La revelación de Dios a través de su Palabra nos lleva a conocer la naturaleza y la persona de Dios, derribando así los argumentos del agnosticismo.
A través de las Escrituras
La Palabra de Dios no busca probar la existencia de Dios, ya que asume esto como un hecho. Pero sí pasa a mostrarnos cómo es Dios para que le conozcamos. De no ser por la Palabra de Dios no podríamos conocer a Dios, pero a Él le ha placido comunicarse y hablarnos a través de los profetas y apóstoles, y el Espíritu Santo nos enseña a través de la Palabra en cuanto a Dios, su Persona y sus Obras.
Dios se ha revelado de manera progresiva. Esto quiere decir que Él no nos inundó de información sobre su Persona ya que al ser humano le hubiese sido imposible entender nada de Él si lo hubiese hecho de esta manera, sino más bien poco a poco fue desdoblando su plan a nosotros para que pudiéramos conocerle. Esto no significa que Dios cambie en su carácter, ya que Dios es inmutable, es decir, que no cambia. Esto explica el por qué algunas cosas que encontramos en el Antiguo Testamento, como por ejemplo la ley y los sacrificios, no fueron dadas por Dios de forma permanente, sino por un período de tiempo hasta la venida de Cristo.
En Éxodo 34:6-7 encontramos una interesante descripción de Dios hecha por Él mismo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Como ya hemos mencionado, sería imposible describir al Dios infinito en una frase o en una serie de estudios, sin embargo, esta descripción hecha por Dios mismo en cuanto a su persona nos revela mucho sobre Él. Así es como Dios se irá revelando en su Palabra, mostrando lo que significa que Él es fuerte, que Él es misericordioso, que Él es piadoso, etcétera. Lo irá mostrando a través de su trato con individuos (en Génesis), familias (Abraham y su descendencia) y con la nación de Israel (de Éxodo en adelante), y también a las demás naciones (a través de los profetas). De esta manera, Dios se está dando a conocer.
Cuando notemos los atributos de Dios aprenderemos más sobre cada una de estas características.
El Hijo
Debemos tener cuidado en no dar a entender que el Hijo es una manera en que Dios se ha revelado, sino más bien dejamos en claro que Él mismo es Dios con nosotros. De Hebreos 1:1 aprendemos: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”. Nuevamente, no se trata de que Cristo sea un medio de comunicación de Dios, sino que Él es Dios mismo, Dios manifestado en carne. De manera, que no aprendemos solamente por sus palabras sino todo lo que Él es nos muestra a Dios. Otra manera de expresarlo sería usando el lenguaje del apóstol Juan en su primera epístola: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto no nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1:1).
De manera, que Dios había hablado por cientos de años a través de sus profetas, comunicando su mensaje para que le pudiéramos conocer, pero vino el tiempo en que se presentó Él mismo, Dios Hijo, morando entre los hombres.
Procuraremos poner un ejemplo: un artista envía una obra de arte a otra persona por medio de la cual esta persona puede contemplar y saber algo sobre este artista. Más adelante envía una carta donde expone más sobre quién es él y lo que hace. De esta manera, esta persona puede apreciar mejor la obra de arte, así como conocer mejor a quién la hizo. Finalmente, el artista se presenta él mismo para darse a conocer a aquella persona.
La creación es la obra de arte del Artista divino. La Palabra es aquella carta por medio de la cual podemos apreciar más la obra y al Artista. Pero, la maravilla de la gracia de Dios es que el tiempo vino cuando Dios mismo vino y habitó entre nosotros. Jesucristo es Emanuel: Dios con nosotros.
Miguel Mosquera
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