Y fueron ayudados contra ellos, y los agarenos y todos los que con ellos estaban se rindieron en sus manos; porque clamaron a Dios en la guerra, y les fue favorable, porque esperaron en él… Y cayeron muchos muertos, porque la guerra era de Dios1 Crónicas 5:20,22
Es posible que si ha leído el primer libro de Crónicas haya sentido el impulso (y quizás lo haya hecho) de saltarse los primeros capítulos con sus largas listas de nombres. Pero entre esos nombres encontramos lecciones para nuestra fortaleza espiritual.
Los hijos de Rubén y Gad pelearon una batalla contra los agarenos sobre el territorio que habían de ocupar. El ejército de Rubén y Gad se describe como “hombres valientes, hombres que traían escudo y espada, que entesaban arco, y diestros en la guerra”. Estaban preparados, sin embargo, el elemento clave para su victoria fue que “clamaron a Dios y esperaron en Él”. Lo que hicieron fue muy sabio; no confiaron en sus propias fuerzas, sino que pusieron su confianza en Dios.
Aunque no estamos en una guerra como la de ellos, sí estamos peleando una batalla espiritual cada día. Nuestra falla es que muchas veces confiamos en nuestras fuerzas y habilidades. Nos sentimos capaces de hacerlo solos y eso nos lleva a la derrota. Dios quiere que busquemos su ayuda y clamemos a Él. Podemos descansar en sus promesas y en su poder para pelear nuestras batallas. La guerra es de Dios, contamos con su ayuda y protección, si dejamos que Él pelee.
Como le fue dicho al rey Josafat: “No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros” (2 Crónicas 20:17).
¡A la batalla y a la victoria
vamos con Dios nuestro Rey!
quien con su brazo fuerte, robusto,
siempre defiende su grey.
Pues, sin temor avancemos
entusiasmados por fe,
mientras alegres cantemos:
Gloria a Dios, nuestro Rey.
Miguel Mosquera
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