La deidad y la humanidad del Señor Jesucristo son pilares fundamentales en la doctrina de la Palabra de Dios. Negar la una o la otra es caer en el error y poner en tela de juicio el mismo plan de salvación de Dios para con el ser humano. Si Jesús no es completamente Dios entonces su obra de salvación no podría ser perfecta y suficiente y no podría ser el único medio de salvación para el pecador perdido; si Jesús no es completamente hombre no podría morir y ser el sacrificio sustituto para el hombre. Jesús es completamente Dios y completamente hombre. Ciertamente esto es algo que va más allá de lo que nuestras mentes pueden comprender, y por eso el apóstol Pablo dice “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16).
En el estudio anterior ya hablamos sobre la deidad de Cristo, así que ahora consideraremos su humanidad. Al referirnos a su humanidad estamos hablando que el Hijo de Dios se hizo hombre así como nosotros, pero sin pecado (la impecabilidad de Cristo lo consideraremos en el siguiente estudio). Su humanidad la podemos ver en:
La encarnación del Hijo de Dios
Comenzaremos con varios versículos en el Nuevo Testamento que presentan la humanidad del Señor Jesucristo. Adán vino por creación, Eva vino por formación, el resto de los seres humanos vinimos por generación, pero el Señor Jesucristo vino por encarnación. Es decir, Él existía antes de su venida a Belén o antes de ser concebido en el vientre de María. Él tomó la forma de hombre de manera voluntaria con el fin de habitar entre nosotros y de dar su vida en rescate por nosotros. El Nuevo Testamento nos declara esto en los siguientes versículos:
- Juan 1:14 – “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”. Después de dejar en claro que el Verbo es Dios, Juan nos presenta con la verdad de la encarnación al decir que “aquel Verbo [Jesús] fue hecho carne”. La Biblia de las Américas lo traduce como “Y el Verbo se hizo carne”, señalando que fue un acto voluntario del Hijo de Dios.
- Filipenses 2:15 – “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Al utilizar la palabra “semejante” (en griego homoióma) no está queriendo decir que parecía como un ser humano, sino que tomó la naturaleza humana. Luego el siguiente versículo lo recalca: “y estando en la condición de hombre”.
- 1 Timoteo 3:16 – “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne”.
- Hebreos 2:14 – “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo”. No fue una aparición visible, sino que participó de carne y sangre, al igual que todo ser humano. Este mismo versículo nos señala el propósito de su humanidad, lo cual veremos más adelante.
- 1 Juan 4:2 – “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios”. La falsa enseñanza de que el Hijo de Dios no es hombre no es algo nuevo. Existía en los tiempos de los apóstoles, y Juan señala este error.
Su nacimiento de una virgen
Mateo capítulo 1 hace cinco referencias a que María era virgen al momento de concebir y al momento de Jesús nacer (Mateo 1:16,18,20,23,24). Ahora, sabemos que para que un niño nazca es necesaria la intervención de un hombre y una mujer. Esta era la misma pregunta que tenía María al recibir el mensaje del ángel. Lucas nos enseña la manera en que esto fue posible: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Fue por medio del Espíritu Santo que María concibió. Al no haber invervención de un hombre, esta guardando su impecabilidad, al venir de una mujer, está estableciendo su humanidad.
Estos no son los únicos pasajes que señalan su nacimiento de una mujer. Pablo también escribe: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Además, es el cumplimiento de la promesa hecha en el huerto del Edén. Dios dijo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). Quien vencería a la serpiente vendría de la simiente de la mujer. Esta es una referencia a Jesús.
En cuanto a la palabra ‘virgen’ en Isaías 7:14 podemos hacer referencia a lo que William Hoste dice en su libro sobre Estudios en doctrina de la Biblia:
“Gesenius, un hebraista reconocido, asegura que la palabra almah no significa ‘virgen’ sino que significa ‘una joven esposa recién casada’, usando Isaías 7:14 como referencia. Pero sería muy difícil considerar como ‘señal’ que una virgen conciba y dé a luz un hijo. El Dr. Tregelles, un erudito de igual reputación que Gesenius, refiere a que la Septuaginta (traducción hecha por eruditos judíos del Antiguo Testasmento al griego) usa la palabra parthenos en este pasaje, lo que significa indudablemente ‘virgen’… La palabra hebrea almah se menciona otras seis veces en el Antiguo Testamento: en Génesis 24:16, de Rebeca; Éxodo 2:8, de María; Salmo 68:25; Proverbios 30:19; Cantares 1:3 y 6:8. En ninguna de estas referencias el significado de Gesenius puede aplicarse. Uno debe suponer, como lo dice el Dr. Tregelles, que el uso del pasaje en Mateo 1:23 debe finalizar la disputa para cualquier cristiano”
Su crecimiento como hombre
El crecimiento de Jesús narrado en el evangelio de Lucas capítulo 2 es otra evidencia de su humanidad: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. Su crecimiento en estatura muestra su desarrollo corporal como lo haría todo ser humano, prueba de su humanidad. De manera que el Creador se sujetó a las mismas leyes de desarrollo a las que estamos sujetos todos los seres humanos. A diferencia de los ángeles que aparecieron en muchas ocasiones, ellos se presentaban como “un varón” (Génesis 18:2;19:1). Aunque son espíritu, tomaban forma como si fuera de un hombre adulto para comunicar un mensaje, o llevar a cabo una instrucción de parte de Dios.
Un poco más difícil es entender qué significa su crecimiento en sabiduría. ¿No era Él Dios que sabe todas las cosas? ¿En qué sentido se nos enseña que Él crecía en sabiduría?
Jesús nunca dejó de ser el Dios Omnisciente desde el momento de su nacimiento, sin embargo, hizo evidentes su sabiduría a medida que crecía, es decir, Él iba mostrando su conocimiento de acuerdo a su edad y conforme iba creciendo.
Sus características como hombre
Sin duda es una maravilla, algo que va más allá de nuestras mentes y comprensión, el que Dios se haya manifestado en carne (1 Timoteo 3:16). El Creador y Sustentador del universo hacerse semejante a sus criaturas, el Soberano de la tierra hacerse Siervo, el Altísimo hacerse menor que los ángeles (Salmo 8:5). Esto es lo que las Escrituras nos revelan, y podemos leer en los evangelios las características que se nos dan de su humanidad:
- Tenía cuerpo humano: Hebreos 10:5 – “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo”
- Tenía cuerpo, alma y espíritu
Mateo 26:38 – “Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”
Lucas 23:46 – “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” - Sintió cansancio: Juan 4:6 – “Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta”
- Sintió sed: Juan 19:28 – “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed”
- Tuvo hambre: Mateo 4:2 – “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”
- Lloró: Juan 11:35 – “Jesús lloró”
Su muerte
El gran propósito del Señor Jesucristo en hacerse hombre se nos explica en los siguientes versículos:
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”
Hebreos 2:14-15
Era imposible que el Hijo de Dios muriera a no ser que se hiciera hombre. El diablo ha contruido un imperio de muerte y mediante ella mantenía al ser humano en servidumbre. El pecado tiene al hombre en esclavitud también (Juan 8:34). Cristo usó la misma arma que Satanás había usado para infundir temor en la creación con el fin de destruir su propio imperio. Una ilustración de ello lo encontramos en la historia de David y Goliat, donde David usó la espada del gigante para cortar su propia cabeza y terminar de matarle. El Hijo de Dios usó el arma del diablo, la muerte, para destruir al diablo. La muerte no tuvo potestad sobre Cristo, ni para quitarle la vida ni para retenerlo en la tumba (Juan 10:18; Hechos 2:24).
La muerte de Jesús es otra evidencia de su completa humanidad, ya que si no se hubiese hecho hombre no habría podido morir para redimir a la humanidad caída.
Charles Wesley expresa muy bien estos pensamientos en su himno:
¡Hondo misterio! ¡El Inmortal
hacerse hombre y sucumbir!
En vano intenta sondear
tanto prodigio el querubín.
Mentes excelsas, ¡no inquirid!,
y al Dios y Hombre bendecid.
Igualmente, la muerte de Jesús implicaba fuertes sufrimientos como hombre. De ninguna manera debemos siquiera considerar el pensamiento de que por ser Dios manifestado en carne no llegó a sufrir lo que la cruz implicaba. Hay quienes han pensado que era como si fuera un cuerpo anestesiado, en quien los clavos traspasaron y recibió los golpes, pero no llegó a sentir el efecto de ello. El Señor siempre habló de los sufrimientos de la cruz como algo angustiante y doloroso:
- Mateo 26:37 – “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera”
- Lucas 9:22 – “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día”
- Lucas 12:50 – “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”
Su humanidad después de su resurrección y exaltación
Cristo resucitó con cuerpo glorificado, pero igualmente humano. Los evangelistas al narrar las apariciones después de la resurrección de Cristo nos muestran que los discípulos inicialmente pensaban que estaban viendo un espíritu. Sin embargo, el Señor aclaró inmediatamente sus dudas cuando les dijo – “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”, luego les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos” (Lucas 24:39,41-43).
Es llamativo que el Señor Jesús conserva las marcas de los clavos de la crucifixión, en sus manos y en sus pies, así como la herida en el costado (Juan 20:27).
Nuestra resurrección será en semejanza a la resurrección de nuestro Señor Jesucristo:
“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”
(1 Corintios 15:47-49)
El cuerpo que tuvo Jesús inicialmente era apropiado para la tierra, de la misma manera que nosotros, pero su cuerpo después de su resurrección es adecuado para el cielo, y a semejanza de Él nosotros también seremos resucitados (o transformados) con cuerpos incorruptibles.
La kenosis
La palabra kenosis viene del griego kenóo que significa “vaciar, despojar”. Es usada en Filipenses 2:7 – “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Algunos interpretan que la palabra despojó tiene que ver con que Jesús dejó de ser Dios al momento de venir a la tierra, es decir, que se vació de su deidad. Sin embargo, esto no es lo que enseña este versículo y estaría en contra de la misma doctrina de Dios. Dios no es alguien que puede ser y dejar de ser Dios a conveniencia. Citemos a W. E. Vine en relación con este versículo:
“Kenóo significa vaciar… En qué respecto Cristo se vació a Sí mismo es determinado por el contexto. Aquí tanto lo que precede como lo que sigue nos ayuda. En cuanto a lo que precede, la afirmación es hecha en directo contraste con Él siendo “igual a Dios”, y aquí es importante enfatizar que esto no es lo mismo que decir “siendo en forma de Dios”; ésta última, como lo hemos visto, habla de su Deidad, a lo cual no renunció. La igualdad se refiere a su majestad y gloria, no a su escencia o sus atributos divinos. En cuanto a lo que sigue, las siguientes frases hasta el final del versículo 8 muestran positivamente cómo se despojó a í mismo, y explican el gran hecho de que Él abandonó la gloria y majestad que tenía con Dios el Padre”
- Comentario a Filipenses, por W. E. Vine
Al estudiar la deidad de Cristo hicimos varias referencias a los evangelios, es decir, durante la vida y ministerio del Señor Jesucristo. Si Cristo hubiese dejado de ser Dios en escencia, significaría que no podría manifestar los atributos divinos durante su ministerio aquí en la tierra, pero esto no es lo que encontramos en los evangelios, sino más bien al no aferrarse a esa gloria y majestad celestial para tomar forma de siervo.
El propósito de su humanidad
Si Cristo no fuera completamente Dios no hubiese podido satisfacer a Dios en cuanto a su sacrificio en la cruz, si Cristo no fuera completamente Hombre no hubiese podido redimir a los pecadores. Solamente Él estaba en la capacidad de llevar a cabo la obra de la salvación, ningún otro podía hacerlo.
¡Gracias a Dios por su Don inefable!
Miguel Mosquera
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