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La iglesia en Esmirna

Esmirna es la segunda iglesia a la cual el Señor dirige su mensaje. Esta iglesia se caracteriza por su sufrimiento y es una de las dos iglesias a las cuales el Señor no hace ningún reproche (Filadelfia es la otra). Es el mensaje más breve de todos los que el Señor dirige a las iglesias en Asia, pero no deja de tener suma importancia cada palabra dicha por el Señor a esta pequeña iglesia.

Ciudad de Esmirna 

Esmirna era una ciudad portuaria importante ubicada a unos 60km al norte de Éfeso. Se destacaba por ser una ciudad muy bonita, lo que hizo que Stabo (un historiador antiguo) quedara impresionado por la belleza, la riqueza y los finos viñedos de Esmirna. También la mirra era  

En el año 29 d.C. siete ciudades competían como el lugar correcto para la construcción del templo al emperador Tiberio y Esmirna fue escogida. Hallazgos arqueológicos muestran monedas con un grabado de Nerón, dedicaciones a los emperadores Tito y Domiciano, y estatuas de Domiciano, Trajano y Adriano; esto muestra la devoción de los habitantes de Esmirna al emperador. La fidelidad al emperador de Roma era obligatoria para todos los habitantes de Esmirna, así que era necesario quemar incienso al César y declarar públicamente que el emperador es señor. No hacerlo podía costar muy caro a la persona, incluso la pena de muerte alegando traición al imperio.  

Económicamente la ciudad de Esmirna contaba con una organización por gremios para cada oficio. Para ejercer el oficio era necesario formar parte del gremio, de lo contrario no se podía trabajar en ese oficio en particular (pescadores, herreros, orfebres o de la industria textil). Por lo general, cada gremio escogía algún dios pagano que lo representara y favoreciera, y formar parte del gremio implicaba tener que ofrecer sacrificios y asistir a las fiestas paganas de dichos dioses. Esto representaba un obstáculo espiritual para el creyente, por lo que los cristianos quedaban muchas veces excluidos de los gremios e imposibilitados de trabajar en la mayoría de los oficios. De allí que el Señor se refiere en su mensaje a la “pobreza” de estos creyentes. 

Policarpo fue un anciano en la iglesia de Esmirna, y discípulo de Juan el apóstol, que fue quemado en la hoguera por no querer aceptar al emperador como su señor y negar a Cristo. Fue perseguido como un criminal, siendo un hombre respetado, pacífico y humilde. Cuando finalmente fue encontrado, Policarpo no intentó huir sino que pidió a sus captores que le dieran un tiempo para orar. Mientras el anciano oró por casi dos horas, los soldados se sentían avergonzado de tener que arrestar a un hombre tan honorable. Cuando Policarpo estaba siendo juzgado, bajo la amenaza de muerte, se le dio la oportunidad de renunciar a su fe y negar a Cristo, a lo que el fiel cristiano respondió: “Ochenta y seis años le he servido y nunca me ha hecho ningún daño: ¿cómo podría blasfemar a mi Rey y Salvador?” Policarpo fue quemado en la hoguera por su fe en Cristo. 

Característica de Cristo 

Cuando el Señor se identifica a sí mismo, sus nombres y títulos siempre están relacionados con algo que está ocurriendo en la iglesia. A esta iglesia sufriente el Señor se identifica como “El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió” (v.8). El primer título nos hace ver su permanencia, el segundo nos hace ver sus padecimientos. 

Esta iglesia que iba a sufrir intensa persecución, sólo la iba a sufrir por 10 días. Era temporal, como todas las cosas aquí en la tierra. Sin embargo, el Señor es quien permanece por los siglos de los siglos. El sufrimiento iba a llevar incluso a algunos a la muerte, pero el Señor es aquel que venció la muerte, por lo que puede dar el consuelo y la esperanza necesarias a estos cristianos que iban a sufrir.  

Condición de la iglesia 

En cada una de las iglesias el Señor comienza diciendo “Yo conozco”. En cuanto a Esmirna Él conoce cuatro cosas: 

  • Tus obras: a todas las iglesias el Señor dice “Yo conozco tus obras”, y no porque sea una frase repetitiva, sino porque efectivamente el Señor conoce absolutamente todo en cuanto a nosotros. No es solamente lo que hacemos, pero un conocimiento amplio y general de toda nuestra vida, pensamientos, debilidades, capacidades, circunstancias y motivos. Esto debe ser razón para maravillarnos, como lo hicieron Natanael (Juan 1:47-49) y la mujer samaritana (Juan 4:). 
  • Tu tribulación: ser cristiano en Esmirna no era cosa sencilla. La palabra tribulación quiere decir “presión”, y es traducida también como “aflicción, angustia, estrechez y atribular”. Aparece 45 veces en el Nuevo Testamento. Una manera de describirlo es usando las palabras de Pablo en 2 Corintios 2:4 – “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas”. Los creyentes en Esmirna no estaban liderando ningún levantamiento contra el imperio romano, eran personas trabajadoras, honestas, responsables, adoradoras de Dios. Sin embargo, era esto último lo que ocasionaba que fueran catalogados como traidores del imperio y fueran rechazados por la sociedad. 
    El mundo a nuestro alrededor está en contra del cristiano que está viviendo conforme a la voluntad de Dios. Esto hace que muchos se dejen llevar por la corriente de este mundo que corre desenfrenada a la destrucción y niegan su fe. El apóstol Pedro nos anima, diciendo “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros” (1 Pedro 4:14). 
  • Tu pobreza: esta descripción se refiere, evidentemente, a pobreza espiritual. Ellos eran ricos espiritualmente, como dijo el apóstol Pablo: “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). Eran ricos en conocimiento – “hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad” (Efesios 1:8-9) y ricos en cuanto a su herencia en Cristo – “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1:4). 
    Es de notar que la pobreza de los creyentes en Esmirna no se debía a pereza en el trabajo (Proverbios 21:25), sino que estaba directamente asociada a su fe. Debido a que no estaban dispuestos a ofrecer sacrificios a los dioses no podían formar parte de los gremios laborales que existían en Esmirna y no les daban oportunidad para trabajar en casi ningún empleo. Esto se traducía en extrema pobreza económica. 
    Es bueno preguntarnos, ¿qué tan dispuesto estoy a sacrificar por causa de mi fe en el Señor Jesucristo? Muchos buscan la conveniencia y comprometen los principios bíblicos con tal de no sufrir materialmente en esta tierra. Los discípulos habían estado dispuestos a dejarlo todo por el Señor: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido” (Marcos 10:28). Bien escribió Frances Havergal: 

Mi celestial mansión, mi trono de esplendor, 
dejé por rescatar al mundo pecador. 
Sí, todo Yo dejé por ti, ¿qué dejas tú por Mí? 

  • La blasfemia de los que dicen ser judíos: era frecuente al principio de la iglesia que donde había persecución de los cristianos, los judíos muchas veces estaban involucrados. El Señor los llama “sinagoga de Satanás”. Este fuerte lenguaje fue usado por el Señor mientras estaba aquí en la tierra: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). De nada les servía la religión que tenían si sus acciones manifestaban claramente las tinieblas y pecado que habían en su corazón. 

Las tribulaciones que la iglesia había sufrido no era el final de sus padecimientos, más bien se incrementarían. El diablo estaba al acecho y se le había permitido perseguir la iglesia por diez días; algunos de ellos serían puestos en la cárcel. Este maligno ser es llamado, en el versículo 10, Satanás, que quiere decir ‘adversario’, y en el versículo 11, es llamado el diablo, que quiere decir ‘acusador falso’. Estas falsas acusaciones provocarían que los creyentes fuesen arrestados injustamente y, posiblemente, llevados a la muerte. Había un límite para este sufrimiento: 10 días. Estos diez días eran literales y el objetivo era la iglesia en Esmirna. El diablo con sus falsas acusaciones contra los creyentes no podía pasar de este límite que Dios mismo había puesto. En esto podemos aprender de la voluntad permisiva de Dios, asimismo como de su soberanía al tener todo en su control y permitir que los creyentes pasaran por este período de prueba. Cualquiera sea el ataque que el enemigo pueda hacer contra el creyente, no puede pasar los límites que Dios le ha establecido. 

Algunos comentaristas aplican estos diez días asociado con 10 períodos de fuerte persecución al mando de 10 emperadores romanos, desde Nerón hasta Constantino, que son los siguientes: 

  • Nerón – 54-68 d.C 
  • Domiciano – 81-96 d.C. 
  • Trajano – 98-117 d.C. 
  • Marcos Aurelio – 161-180 d.C. 
  • Severo – 193-211 d.C. 
  • Maximino – 235-238 d.C. 
  • Decio – 249-251 d.C. 
  • Valeriano – 253-260 d.C. 
  • Aureliano – 270-275 d.C. 
  • Diocleciano – 284-305 d.C. 

Las palabras del Señor son apropiadas: “No temas en nada lo que vas a padecer”. Quien dice estas palabras fue uno que también pasó por la experiencia del sufrimiento injusto, la persecución, la violencia de los hombres, la humillación, burla, desprecio y, también, la muerte. Él puede decir “no temas” porque, además de pasar por la misma situación, conocer lo que es el sufrimiento y consolarnos apropiadamente; Él resucitó de entre los muertos: “Yo soy el que vivo y estuve muerto”, dijo al principio de este mensaje. De manera que Él puede dar la esperanza en medio del sufrimiento. Sólo Él podía decir a aquella mujer viuda que había perdido a su único hijo: “no llores”, porque sabía lo que iba a hacer: resucitar al muchacho (Lucas 7:13-15). 

Uno que también sufrió mucho injustamente fue el apóstol Pablo, y él también nos enseña: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Incluso la persecución más intensa no se puede comparar con la gloria que espera al creyente en los cielos con Cristo. 

Compensación del creyente 

Antes de llegar a la promesa del que venciere, encontramos una promesa del Señor para aquellos que tengan que pasar por la muerte por causa del evangelio: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10). El Señor tiene en alta estima la fidelidad en el servicio, obediencia a su voluntad y el guardar su Palabra. La frase “hasta la muerte” no se refiere a la duración sino al grado de fidelidad. No todos los creyentes dan su vida por el evangelio, pero todo creyente debe ser fiel al punto de estar dispuesto a dar su vida por el Señor. Algunos dieron ejemplo de esto como Aquila y Priscila (Romanos 16:4), Epafrodito (Filipenses 2:30) y el apóstol Pablo (Hechos 21:13). El apóstol Pablo sí llegó a morir por el evangelio. 

La corona no es la corona de un rey, sino que es una corona como la de un atleta de competencias olímpicas. En la antigüedad se les coronaba con un laurel a los victoriosos en las competencias deportivas, habiendo competido de acuerdo con las reglas del deporte. Este laurel, aunque muy precioso en el momento, se marchitaba. Al creyente que se mantiene fiel en su carrera cristiana y guarda la palabra de Dios también le espera una corona. Esta es una corona incorruptible (1 Corintios 9:25), nunca se va a deteriorar o marchitar, nunca perderá su valor. La vida eterna no es una recompensa, sino un regalo (Efesios 2:8; Romanos 6:23). Esta corona de la vida es más bien el disfrute de la vida eterna del creyente. También en Santiago 1:12 es prometida la corona de la vida para quienes hayan resistido la tentación; una muestra de fidelidad. 

Luego, en el v.11, encontramos la promesa al que venciere: “no sufrirá daño de la segunda muerte”. La segunda muerte es el lago de fuego (Apocalipsis 20:14; 21:8). El lago de fuego no es un evento de aniquilación o destrucción total, sino un lugar de castigo para aquellos que no son salvos, al rechazar a Cristo como Salvador (Juan 3:18). 

El énfasis en este versículo es que el creyente NO sufrirá de la muerte segunda. Recordemos los que vencen son los salvos (Romanos 8:37; 1 Juan 5:4-5). El creyente puede morir físicamente por causa del evangelio, pero su salvación está guardada y garantizada por la obra perfecta de Cristo por nuestros pecados. 

Miguel Mosquera

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