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Las profecías en cuanto a Cristo

Es un estudio interesante notar las muchas profecías que tenemos en el Antiguo y Nuevo Testamentos con relación al Señor Jesucristo. 

En primer lugar, vamos a mencionar las profecías que están relacionadas con la primera venida de Cristo y ya se han cumplido. No las estudiaremos todas en detalle, porque se haría muy extenso el estudio, sin embargo, consideraremos algunas de ellas para apreciar el valor de las profecías en la Palabra de Dios. 

Con este cuadro mencionamos las profecías relacionadas con la primera venida del Señor Jesucristo: 

Profecía 

Escritura en el Antiguo Testamento 

Cumplimiento en el Nuevo Testamento 

VENIDA 

Encarnación 

Salmo 40:6-8 

Juan 1:14; Hebreos 10:5-7 

Descendiente de una mujer 

Génesis 3:15 

Mateo 1:16; Gálatas 4:4 

Descendiente de Abraham 

Génesis 22:18 

Mateo 1:1 

Descendiente de Jacob 

Números 24:17,19 

Mateo 1:2 

De la tribu de Judá 

Génesis 49:10 

Mateo 1:2; Hebreos 7:14 

Descendiente de David 

Salmo 132:11; Isaías 11:1-2; Jeremías 23:5; 33:15 

Mateo 1:1; Hechos 2:29-30 

Profeta como Moisés 

Deuteronomio 18:15,19 

Juan 1:45; 6:14 

NACIMIENTO 

Nacido de una virgen 

Isaías 7:14 

Mateo 1:22-23; Lucas 1:34-35 

Nacido en Belén 

Miqueas 5:2 

Mateo 2:1-6; Lucas 1:4-7 

Muerte de los niños en Belén 

Oseas 11:1 

Mateo 2:17-18 

Regresaría de Egipto 

Jeremías 31:15 

Mateo 2:15 

MINISTERIO 

Sería precedido por Juan el Bautista 

Isaías 40:3 

Mateo 3:3; Lucas 1:16-17 

Sería despreciado 

Salmo 22:6; Isaías 53:3 

Mateo 2:23; Juan 1:11,46; 7:52 

Ungido por el Espíritu Santo 

Isaías 61:1-2 

Lucas 4:17-21 

Su ministerio sería en Galilea 

Isaías 9:1-2 

Mateo 4:14-16 

Haría milagros 

Isaías 42:7 

Lucas 13:10-16; 18:35-43 

Sanaría enfermedades 

Isaías 53:4 

Mateo 8:16-17 

No buscaría llamar la atención 

Isaías 42:1-4 

Mateo 12:15-21; Marcos 5:43 

Enseñaría en parábolas 

Salmo 78:2 

Mateo 13:34-35 

No creerían en Él 

Isaías 6:9-10; 53:1 

Mateo 13:58; Juan 12:37-41  

Purifica el templo 

Malaquías 3:1; Salmo 69:9 

Juan 2:13-17; Lucas 19:45-46 

MUERTE 

Tiempo de la muerte del Mesías 

Daniel 9:24-26 

Gálatas 4:4 

Tenía que morir 

Daniel 9:26; Zacarías 13:7 

Mateo 16:21 

Entra en Jerusalén sobre un asno 

Zacarías 9:9 

Mateo 21:4-11 

Traicionado por un amigo íntimo 

Salmo 41:9 

Juan 13:18-19 

Vendido por 30 piezas de plata 

Zacarías 11:12 

Mateo 26:14-15 

Abandonado por sus discípulos 

Zacarías 13:7 

Mateo 26:56 

Reyes y pueblos se unen contra el Mesías 

Salmo 2:1-3 

Hechos 4:25-28 

Manso en sus sufrimientos 

Isaías 53:7 

Mateo 27:27-31; Marcos 15:1-5 

Guarda silencio en su juicio 

Isaías 53:7 

Mateo 26:63; 27:12-14 

Golpeado y escupido 

Isaías 50:6 

Mateo 26:67-68 

Desfigurado 

Isaías 52:14 

Mateo 27:29-30 

Azotado 

Salmo 129:3 

Mateo 27:26 

Es crucificado, clavado de manos y pies 

Salmo 22:16 

Mateo 27:35; Juan 20:27 

Crucificado con otros dos malhechores 

Isaías 53:12 

Marcos 15:27-28 

Repartieron sus vestidos y echaron suerte sobre sus ropas 

Salmo 22:18 

Juan 19:23-24 

Le observarían 

Salmo 22:17 

Lucas 23:45 

Se burlan de Él los transeúntes 

Salmo 22:7-8 

Mateo 27:39-43; Marcos 15:29-32 

Clama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” 

Salmo 22:1 

Mateo 27:46; Marcos 15:34 

Le dieron hiel y vinagre en su sed 

Salmo 69:21 

Mateo 27:34; Juan 19:28-29 

No quebraron ninguno de sus huesos 

Salmo 34:20; Éxodo 12:46 

Juan 19:33-36 

Fue traspasado 

Zacarías 12:10 

Juan 19:37; Apocalipsis 1:7 

Murió por nuestros pecados 

Isaías 53:5-6 

1 Pedro 2:24 

Rechazado por hombres, vindicado por Dios 

Salmo 118:22; Isaías 8:14 

Mateo 21:33-46 

SEPULTURA Y RESURRECCIÓN 

Sepultado con los ricos 

Isaías 53:9 

Mateo 27:59-60 

Resucitó 

Salmo 16:10 

Mateo 28:6; Hechos 2:24-32 

Ascensión 

Salmo 68:18 

Lucas 24:50-51; Efesios 4:8-10 

Exaltación 

Isaías 52:13 

Filipenses 2:9-11 

Sentado a la diestra de Dios 

Salmo 110:1 

Marcos 16:19; Hebreos 1:3 

Hecho Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec 

Salmo 110:4 

Hebreos 5:5-6 

 

En el cuadro anterior mencionamos casi 50 profecías que debían cumplirse en el Señor Jesucristo. La primera profecía fue hecha en Edén, en el mismo momento en que el pecado entró en el mundo, ya Dios hacía la promesa de la venida del Mesías quien salvaría al mundo de sus pecados. 

No será difícil notar que la mayoría de ellas se encuentran en el libro de los salmos y en el profeta Isaías, siendo David el principal autor en los salmos proféticos. David vivió unos 1000 años antes de la venida de Cristo e Isaías aproximadamente 700 años antes. Con exactitud y detalle Dios está hablando con anticipación lo que iba a ocurrir. Es algo único de Dios, quien anuncia “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:10) 

Otra observación es que el evangelio de Mateo es quien menciona mayormente el cumplimiento de las profecías. No es el único, pero esto es consistente con el enfoque de este evangelio que está dirigido principalmente a los judíos y, por lo tanto, para con el conocimiento del pueblo de Dios de las Escrituras y la esperanza de la venida del Mesías serían convencidos por medio del cumplimiento de todas estas Escrituras en el Señor Jesucristo. 

La mayoría de estas profecías están fuera del control humano, pero sin duda estaban todas en el control del Dios Soberano que guiaba todos los acontecimientos tal y como lo había predicho. 

La exactitud de las profecías 

Nos maravillamos de que estas profecías no eran simples predicciones generales (como algunas personas se atribuyen tener la capacidad de predecir el futuro). Es más que eso. 

Tomemos por ejemplo el nacimiento de Jesús; tenía que ser en Belén. Sin embargo, en Israel había dos pueblos con el nombre de Belén: el primero es el más conocido, es Belén de Judá, o Belén Efrata; el segundo es mencionado solamente en Josué 19:15 y es Belén de Zabulón, que se encontraba más al norte de Israel, en la tierra de Zabulón. 

La precisión con que Dios revela al profeta Miqueas el lugar es magnífica, identificando al pueblo específico: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá” (Miqueas 5:2). Además, si consideramos que el Mesías nacería en un pueblo tan pequeño e insignificante es humanamente ilógico e imposible, pero fue el lugar escogido por Dios. 

Esta misma exactitud la observamos en la muerte de Jesús. Notemos lo que dice el salmista sobre las ropas de Jesús: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Salmo 22:18). Fíjese en las dos palabras usadas: “repartir” y “echar suertes”. El evangelista Juan nos dice que los soldados al pie de la cruz fueron quienes quitaron las vestiduras al Señor. 

Fred Wight, en su libro Usos y Costumbres de tiempos bíblicos, señala que la vestimenta común de un judío constaba de 5 partes: sandalias, turbante, toga exterior, cinto y túnica interior. Eran cuatro soldados, los cuales, luego de crucificar a Jesús, comenzaron a repartir las prendas de vestir, una para cada soldado (Juan 19:23). Al llegar a la túnica interior, ésta era sin costura, de un solo tejido, así que decidieron que en lugar de romperla era preferible echar suertes sobre ella. El evangelista Juan es quien nos da estos detales en Juan 19:23-24. Note que la profecía de Salmo 22 usa la palabra vestidos, en plural, para referirse a las prendas que se repartieron entre sí (que fueron 4), pero usa la palabra ropa, en singular, para referirse a la prenda sobre la que echaron suertes (que fue la túnica interior). 

La exactitud del cumplimiento literal de la profecía es admirable. 

El cumplimiento parcial en algunas profecías 

Algunas de las profecías tuvieron un cumplimiento parcial, es decir que queda por cumplirse una parte de lo que señaló el profeta. 

Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en Isaías 61:1-2 que se cumplió durante el ministerio de Jesús. El mismo Señor Jesucristo lo leyó en la sinagoga en Nazaret señalando el cumplimiento de la profecía en Sí mismo. Sin embargo, al leer Isaías 61:2 notamos lo siguiente: “proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro”. Hay dos eventos en este versículo. Cuando Jesús cita esta escritura, en Lucas 4:19, obvia la segunda parte, a propósito: “el día de venganza del Dios nuestro”, ya que la venganza de Dios no se llevaría cabo en su primera venida, sino que tendrá su cumplimiento en la venida en gloria y juicio por el Señor Jesucristo, por lo que la profecía fue cumplida parcialmente y espera el completo cumplimiento en el futuro. 

Los sufrimientos de Cristo 

Es inevitable darnos cuenta de que son más las profecías que narran los sufrimientos de Cristo que de cualquiera otra etapa en su vida. Esto no solamente nos indica cantidad de información detallada que Dios estaba mostrándonos con anticipación, sino la necesidad de que el Mesías sufriera y muriera. Es maravilloso que todo esto se cumplió en un lapso de pocos días, y la mayoría en el transcurso de algunas horas. Para los profetas era una gran incógnita poder entender que el plan de Dios involucraba un Mesías sufriente y ellos mismos trataban de entender el significado de lo que el Espíritu de Dios les revelaba. Así lo explica el apóstol Pedro: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1:10-11). 

Al mundo de entonces (y al de ahora) le es difícil concebir un plan de salvación basado en el sufrimiento de un hombre en una cruz, sin embargo, el Dios del cielo nunca visualizó un plan de salvación distinto a un hombre perfecto sufriendo en la cruz por nuestros pecados. Ciertamente, las palabras del profeta Isaías son relevantes en cuanto a Dios: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová” (Isaías 55:8). 

El tiempo de su muerte 

Las profecías divinas siempre se han cumplido a la perfección. El profeta Jeremías profetizó que Israel sería llevado en cautiverio por 70 años (Jeremías 25:11). Esto no era un tiempo simbólico, sino 70 años literales. El profeta Daniel entendió esto cuando estaban por cumplirse los setenta años del cautiverio (Daniel 9:2), por eso Dios le dio una nueva revelación en cuanto a 70 semanas de años (es decir, 490 años) las cuales las encontramos en Daniel 9:24-27. Un total de 69 semanas de años (483 años) estaban determinadas entre la orden de restaurar Jerusalén y la muerte del Mesías. Esto indica claramente que el tiempo en que el Mesías vendría, que el Mesías había de morir y el tiempo de su muerte. Si Daniel había entendido el tiempo de la profecía de Jeremías, el pueblo de Israel también hubiese podido entender el tiempo en que su Mesías vendría al mundo. 

Una escritura más para cumplirse 

Nos impresiona contemplar al Señor Jesucristo en medio del sufrimiento considerando las profecías que tienen que ver con su muerte. Desde la cruz Él sabía que todo estaba cumplido y que solamente faltaba una profecía más: la del Salmo 69:21. Juan es quien señala claramente que las palabras del Señor Jesús desde la cruz: “Tengo sed”, fueron pronunciadas con el fin de que se cumpliera esta última profecía que faltaba por cumplirse. Así fue como le dieron a beber esta mezcla de vinagre con hiel. 

Algunos han sugerido que esta bebida era con el fin de mitigar los sufrimientos de Cristo y que por eso no quiso beberla al principio de la crucifixión (Mateo 27:34), sin embargo, me es muy difícil aceptar que en medio de la crueldad desmedida que mostraron todos aquellos que estuvieron involucrados en la crucifixión alguno haya pensado en mitigar los sufrimientos de Cristo. Pilato azotó a Jesús antes de la crucifixión. Los soldados se reunieron para burlarse de Jesús, colocarle una corona de espinas y darle golpes en la cabeza para que las espinas se enterraran en sus sienes. Estos eran castigos violentos previos a la crucifixión los cuales demuestran la crueldad hacia el Salvador. Además, la burla, injurias y escarnio fueron la norma durante las horas de la crucifixión. El evangelio de Lucas menciona la bebida del vinagre como parte de la burla de los soldados (Lucas 23:36). Ninguno mostró compasión hacia el Salvador, como lo menciona el Salmo 69:20. Esa bebida fue ofrecida en tono de burla hacia Cristo. Quizás la razón por la que Jesús no la bebió al principio sería porque no era el momento de mayor sed. La deshidratación era parte del sufrimiento de uno que era crucificado, y ésta se volvía más intensa con el paso de las horas. La descripción de los salmos sobre estos momentos de la crucifixión es: 

    • Salmo 22:15 – “Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar” 
    • Salmo 69:3 – “Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido” 

Luego el Salmo 69 pasa a describir que “en mi sed me dieron a beber vinagre”. El lenguaje es muy gráfico para describir la intensidad de la sed; fue ese momento que Jesús dijo “Tengo sed”, y le trajeron el vinagre. Fue un acto de indolencia e indiferencia hacia los sufrimientos del Salvador. Ese vinagre no iba a satisfacer su sed, sino que fue una manera de añadir más a sus sufrimientos. Nunca hubo un momento de compasión mostrado hacia el bendito Hijo de Dios durante sus sufrimientos en la cruz. 

Las profecías cumplidas en los evangelios 

Es llamativo leer el final del relato del evangelio de Juan sobre la crucifixión. Juan da varios detalles en su relato que no están en ninguno de los otros evangelios (como las palabras de Jesús a su madre, tengo sed y consumado es). Finalmente, relata que a Jesús no le quebraron las piernas, sino que un soldado (para asegurarse de la muerte de Jesús) tomó una lanza y le traspasó el costado y salió sangre y agua. Luego Juan dice: “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (Juan 19:36-37) 

Lo llamativo del relato en relación con las profecías es la manera en que Juan menciona dos profecías que están conectadas con dos eventos diferentes en cuanto al Señor Jesucristo: el primero tiene que ver con su sufrimiento, el segundo tiene que ver con su venida en gloria. ¿Por qué entonces mencionar la segunda si ésta tiene su cumplimiento en su venida en gloria? (Apocalipsis 1:7). Le traspasaron en la cruz y por eso Juan menciona el versículo, pero el evangelista es muy cuidadoso de no vincular los dos eventos y por eso cuando dice “no será quebrado hueso suyo” hace referencia a que esta Escritura fue cumplida, pero cuando se refiere a “mirarán al que traspasaron” no dice que fue cumplida, sino que dice: “y también otra Escritura dice”, dando a entender que está relacionada con la lanza que le traspasó en la cruz, pero tendrá su cumplimiento en un futuro cuando Cristo venga en gloria. 

Las profecías de su sepultura, resurrección y exaltación 

Los hombres hacen sus planes, pero Dios tiene la última palabra. Las personas crucificadas eran consideradas lo más vil en la sociedad, para el pueblo judío implicaba más que esto, porque la ley decía: “Maldito todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13). La profecía de Isaías 53:9, relacionada con la sepultura de Jesús, dice: “Se dispuso con los impíos su sepultura”. A los crucificados no se les daba una sepultura digna, sino que eran echados en una fosa común, aborrecidos por la sociedad. Eso fue lo que los hombres dispusieron, sin embargo, Dios no permitiría que trataran con vileza el cuerpo santo de su amado Hijo, por lo que ya había preparado un hombre, José de Arimatea, hombre rico y miembro del concilio para dar sepultura digna al cuerpo del Señor Jesús. 

Aquí se hace evidente, nuevamente, la exactitud de las profecías. La palabra “impíos” está en plural, sin embargo, la palabra “rico”, en el original hebreo, está en singular. En este caso citamos la Nueva Biblia de las Américas, que dice: “Se dispuso con los impíos Su sepultura, pero con el rico fue en Su muerte”. Este rico fue quien puso a Jesús en su tumba, nueva, cavada en la peña, para dar cumplimiento a la profecía. 

Luego tenemos una explicación muy sencilla, y a la vez poderosa, por parte del apóstol Pedro sobre el Salmo 16 y la resurrección de Cristo. Las palabras de David en el salmo fueron: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (v.10). Pedro presenta un argumento muy convincente de que David no estaba hablando sobre sí mismo ya que David “murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hechos 2:29. Esto quiere decir que el cuerpo de David vio corrupción, es decir, se descompuso como es natural de un cuerpo muerto, por lo tanto, no podía referirse a sí mismo. David estaba refiriéndose a otra persona, es decir, al Mesías que vendría de la descendencia de David y cuyo cuerpo no vio corrupción. Jesús estuvo sepultado por tres días y el ungimiento que le hizo Nicodemo con un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras (Juan 19:39) preservaría el cuerpo de descomposición hasta el tercer día, el día de su resurrección. 

Para culminar su predicación en Jerusalén el día de Pentecostés, el apóstol Pedro cita el Salmo 110 para referirse a la exaltación del Señor Jesucristo. Este salmo que los judíos consideraban como mesiánico ni siquiera era entendido por ellos. El Señor usó este salmo para revelar la ignorancia de los estudiosos y religiosos de su tiempo, leamos lo que Jesús les preguntó: 

Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más. 
Mateo 22:41-46 

Otra vez, el lenguaje del salmo no podía referirse a David, sino al Mesías. Dios le dijo “Siéntate a mi diestra”. La derecha de Dios no puede ser ocupado por otro que no sea Dios mismo. La declaración de Jesús durante su juicio causó enojo de parte de los sacerdotes y del sanedrín: “Desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios” (Lucas 22:69), pero este era precisamente el lugar del que el salmista había profetizado. Unos años más tarde el primer mártir, Esteban, justo antes de morir dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:56). Cristo a la diestra de Dios es la vindicación de Cristo, su exaltación y la seguridad de que la obra que Cristo hizo en la cruz ha satisfecho plenamente el corazón de Dios. 

¡Gloria a Dios porque Jesús está a la diestra de Dios!

La perfección con que se cumplieron las Escrituras en cuanto a la primera venida del Señor Jesucristo nos confirma que: (1) Él es el Mesías prometido, (2) Dios puede cumplir su palabra tal y como lo ha anunciado, (3) todas las profecías relacionadas con su venida en gloria también se cumplirán a la perfección y a su debido tiempo y (4) podemos confiar plenamente en la Palabra de Dios porque es segura. Bien dijo el apóstol Pedro, “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones… porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19,21). 

“No menospreciéis las profecías” (1 Tesalonicenses 5:20) 

Miguel Mosquera

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