La segunda guerra mundial comenzó el 1º de septiembre de 1939, con la invasión alemana a Polonia. Fue un conflicto mundial que ocasionó la muerte de millones de personas, muchos de ellos judíos. Oskar Schindler fue un hombre de negocios que sacó mucho provecho a la guerra para hacer dinero con sus fábricas. Schindler compró una fábrica de ollas a muy bajo precio a comienzos de la guerra y utilizó judíos, que se encontraban en el campo de concentración de Plazlow para que trabajaran como obreros en su fábrica. Mientras conocía a estos judíos, empezó a enterarse de las atrocidades a las que eran sometidos en los campos de concentración Nazis; cómo se encontraban esclavizados y eran tratados brutalmente, siendo asesinados sin piedad. El imperio Nazi se dedicó a matar judíos sembrando el miedo y el dolor entre ellos.
La raza humana está esclavizada, igualmente. El Señor Jesucristo dijo: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8:24). Somos pecadores, por lo que usted y yo somos esclavos y necesitamos libertad. Satanás ha utilizado la muerte para sembrar miedo y dolor entre las personas, así lo describe Hebreos 2 «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre».
Al ver la condición de los judíos, el corazón de Schindler fue conmovido, por lo que se dedicó a refugiarlos en su fábrica, con la excusa, ante los generales Nazis, de que eran trabajadores calificados. Esto me hace pensar en uno que desde el cielo fue movido a misericordia. Viendo nuestra condición triste y nuestra incapacidad para salvarnos nosotros mismos, descendió del cielo, tomando forma de hombre igual a nosotros pero sin pecado (Hebreos 4:15).
Comenzó con 300 y fue añadiendo día a día más a su lista. Tuvo que dar mucho dinero a los oficiales del gobierno Nazi para poder tener más judíos en su fábrica, librándolos de la esclavitud y la muerte. Cuando estaban por destruir el campo de concentración de Pazlow, Schindler hizo una lista de 1200 judíos, todos sus trabajadores, por los cuales pagó un alto precio para comprarlos y darles la libertad. Cuando terminó la guerra Oskar Schindler había entregado toda su fortuna por el bien de esos 1200 judíos.
¿Está tu nombre inscrito en el libro de la vida?
¿Quién estaría dispuesto a darlo todo? Podríamos hacer una lista de personas que dieron mucho, pero ninguno como Cristo. Dice Pablo a los Corintios «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos». El precio que Él pagó por nuestra libertad no es comparable: «sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Pedro 1:18). En la cruz, Cristo pagó el precio de nuestra libertad, aceptando con fe la obra de la cruz y mirando a aquél que dio su vida por ti, eres salvo o salva. Cristo también dijo: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36). Él pagó el precio por tu salvación, es gratuita, es un regalo. Acéptalo.
Miguel Mosquera