Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayoresEzequiel 8:6
Dios lleva al profeta Ezequiel al templo en Jerusalén para mostrarle lo que está ocurriendo allí adentro. El templo era la morada de Dios, un lugar santo, usado para honrar y adorar al Dios vivo y verdadero. Sin embargo, la decadencia espiritual y la creciente idolatría lo habían convertido en un centro de idolatría.
Junto a la puerta del altar había la imagen de un ídolo (Ezequiel 8:5). En las cámaras las paredes estaban todas pintadas de imágenes de reptiles, bestias abominables e ídolos, y los ancianos estaban allí adorándolas (v.12). Las mujeres estaban rindiendo culto a Tamuz (v.14) y entre la entrada y el altar 25 varones adorando al sol (v.16). ¡Qué nivel de desvío espiritual había en la nación!
Esto nos hace recordar que cada creyente es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20) y que debemos honrar a Dios en nuestros corazones. Si Dios entrara a lo profundo de nuestro corazón, ¿qué encontraría? ¿Hallaría un corazón ocupado en un sinfín de cosas excepto en Dios? No me refiero a imágenes como aquellos de la antigüedad, sino más bien, a tantas ocupaciones que le quitan el primer lugar a Dios. Deportes, trabajo, televisión, redes sociales, materialismo, pueden ser los ídolos del momento.
No debe ser así. “Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20).
Oh Dios, hazme un buen santuario,
santo y puro, vivo y real;
preparado y de tu agrado;
un santuario para Ti.
Miguel Mosquera
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