He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones Isaías 42:1
Este pasaje se refiere directamente al Señor Jesucristo ya que es usado en Mateo 12:18 aplicándose a Él. Dios está presentando, y nos invita a contemplar con detenimiento, a su Siervo; eso es lo que significa esa expresión “Heme aquí”. Dios está con Él, ha puesto sobre Él su Espíritu, sin embargo, es esa expresión “en quien mi alma tiene contentamiento” que quisiera resaltar.
Podríamos pensar en varios personajes de la antigüedad los cuales por la fe hicieron grandes hazañas. Moisés se dice que fue fiel en toda la casa de Dios, Abraham es llamado ‘amigo de Dios’, de José se nos dice que ‘Jehová estaba con él’ y David era el hombre ‘conforme al corazón de Dios’. Pero Cristo no puede ser comparado ni colocado al mismo nivel que estos hombres. Cristo es singular y único en cuanto a su persona y su obra.
Sólo Cristo podía traer contentamiento al Padre en todos los sentidos. Es en esencia y gloria igual al Padre, por eso “agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:19). En cuanto a su actividad, Él dijo: “yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:19). Siempre comunicó las palabras que el Padre le dio que hablara, y por eso dijo: “las palabras que me diste, les he dado” (Juan 17:8). Y además de esto, su obediencia siempre fue movida por amor: “Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago” (Juan 14:31).
Ninguno que pudiera satisfacer a Dios en todo lo que era, hizo y dijo, como el Señor Jesucristo, el Siervo perfecto de Dios. Contemplemos con detenimiento al Señor Jesucristo, quien trajo contentamiento al corazón de Dios.
El Siervo de Dios prosperado será;
digno es Él de todo honor.
Despreciado fue Él, el Varón de dolor
es Cristo, el Salvador.
Miguel Mosquera
Comparte este artículo