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¡Nadie me juzgue!

«No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mateo 7:1)

 

«Nadie tiene por qué decirme si lo que hago está bien o está mal porque no tienen derecho a estar juzgándome». Esta es la manera que muchas personas hoy día interpretan este versículo, dejando a un lado el resto de la Palabra de Dios, con el fin de justificar la idea de que pueden vivir la vida como quieran y nadie tiene la autoridad de decirles si está bien o mal, no pueden señalarles como pecadores porque eso sería estar juzgando a las personas. Pero eso no es lo que Cristo nos está enseñando en este versículo.

En el capítulo 6 el Señor habla sobre la vida privada, sobre aquellas cosas que hacemos «en secreto» y que solamente nuestro Padre puede ver. Es a esto a lo que el Señor nos dice de no juzgar. Los motivos y pensamientos de nuestro corazón, aquello que nadie puede ver, no debemos estar juzgando ni emitiendo opiniones sino solamente Dios que «escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos» (1 Crónicas 28:9) y ante Él vamos a dar cuenta. En cuanto a nuestras obras y comportamiento la Palabra de Dios es clara en decirnos lo que está bien y lo que está mal y no debemos cuestionar o molestarnos cuando otro nos señala, a la luz de la Biblia, lo que está mal en nuestra vida; «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (Gálatas 6:1).

Además de esto el Señor nos enseña a examinarnos y evaluar nuestros motivos conforme al «juicio» y la «medida» (v.2) que Él mismo ha establecido: su Palabra. «Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo» (1 Corintios 11:31). Seamos severos con nosotros mismos, que nuestros motivos y pensamientos sean sinceros y agradables al Señor, moldeando nuestra vida y nuestro carácter de acuerdo a la vida y carácter de nuestro Señor Jesucristo.

Miguel Mosquera

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