Acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campoMateo 13:36
Uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulosLucas 11:1
Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la feLucas 17:5
Estas son tres ocasiones en que los discípulos se acercaron al Señor para hacerle una petición. Ellos habían reconocido su debilidad en cierta área de su vida y necesitaban ayuda. Hebreos 7:28 nos dice «la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre». En nuestro Señor no hay debilidad, sólo fortalezas, pero Él conoce nuestras debilidades y está dispuesto a ayudarnos. Éstas son tres áreas en las cuales siempre vamos a necesitar ayuda y en las cuales siempre vamos a necesitar mejorar:
Aprender
La Palabra de Dios es infinita. Nunca vamos a dejar de aprender, así que nunca debemos dejar de leer y estudiar la Palabra de Dios. Que tengamos la convicción de los Tesalonicenses que «cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (1 Tesalonicenses 2:13), y el ejercicio de aquellos creyentes en Berea que «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hechos 17:11).
Oración
La oración es fundamental para el creyente. El Señor Jesús dio ejemplo de esto, ya que dedicaba suficiente tiempo para orar. Eso fue lo que los discípulos vieron y que produjo la inquietud de querer seguir su ejemplo. Cristo enseñó sobre «la necesidad de orar siempre, y no desmayar» (Lucas 18:1). Cuando Pedro fue encarcelado, la iglesia en Jerusalén «hacía sin cesar oración a Dios por él» (Hechos 12:5). El apóstol Pablo nos exhorta a «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17).
Perdonar
Hay que reconocer que el perdón no es algo que nace del corazón del ser humano. Nuestra tendencia es de buscar la venganza, es lo que consideramos justo. Cristo enseñó algo diferente: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5:44). Este fue el estándar por el cual Él vivió. «De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Colosenses 3:13). En muchos casos es bastante difícil hacerlo, pero si nos está costando podemos rogar al Señor: Auméntanos la fe.
Miguel Mosquera
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