La conversación podría ser algo así:
– No sé por qué estoy pasando por esta prueba tan difícil, ¿qué propósito tiene Dios con esto?
– Seguramente es un pecado que no has confesado y Dios te está castigando
– Pero ya he confesado mis pecados y, sinceramente, he examinado mi vida y no encuentro más nada
– Si estás sufriendo es porque algo malo has hecho
El afligido cristiano está pasando por alguna prueba difícil en su vida, por lo cual el otro insiste que tiene que haber algún pecado, porque si no, no estuviera sufriendo.
¿Es esto así? ¿Será que cada vez que enfrentamos pruebas en nuestra vida es porque Dios nos está disciplinando?
Es cierto que Dios disciplina, pero no todo sufrimiento es ocasionado por la disciplina de Dios. De hecho, la enfermedad o muerte a causa de pecado no confesado en el creyente es la excepción, no la regla. Así lo podemos ver en 1 Corintios 11:30, donde la continua desobediencia y desorden en la iglesia en Corinto había llevado a esta disciplina divina. En otro artículo tocaremos el tema de las diferentes maneras en que Dios disciplina, por los momentos nos ocuparemos en el sufrimiento como una prueba para el creyente.
Ahora, hay más referencias en el Nuevo Testamento de sufrimientos que no están relacionados con ninguna disciplina que las que sí.
Algunos que sufrieron sin causa
El primer ejemplo que nos debe venir a la mente es el Señor Jesucristo. Fue rechazado, perseguido y burlado, al punto que le profeta le llama: “Varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3). No tenía abundancia de bienes materiales. No tenía casa propia (Mateo 8:20), tomó prestada una barca para predicar (Lucas 5:3) y cuando fue crucificado le despojaron de su única pertenencia: su ropa (Mateo 27:35). Sin embargo, estamos claros que Cristo no hizo pecado ni se halló engaño en su boca, era santo y perfecto. Así que, las pruebas financieras en la vida no son el resultado de pecado no confesado.
Ahora, el Señor no se enfermó físicamente, lo que nos lleva a la pregunta: ¿es la enfermedad física disciplina de Dios?
Veamos otros dos ejemplos que hablan claramente en cuanto a esto.
Job
Dios permitió que Job perdiera todo lo que tenía: bienes, familia y salud. Esta gran prueba por la que pasó este hombre de Dios nos muestra que la enfermedad no es indicativa de la disciplina de Dios. Al leer el libro de Job nos daremos cuenta que así pensaban los amigos de Job. Vez tras vez ellos insisten en que Job tiene un pecado que no ha arreglado con Dios, a lo que el justo Job siempre responde que no.
Al final del libro Dios habla, dando claridad sobre el asunto y reprendiendo a los amigos de Job.
Pablo
El apóstol sufrió una diversidad de pruebas que podemos leerlas en 2 Corintios 4:7-18 y 11:23-33. Una enfermedad del apóstol le abrió la oportunidad de anunciar el evangelio en Galacia (Gálatas 4:13). También el apóstol habla de las enfermedades de Timoteo en 1 Timote 5:23, así como una ocasión cuando Epafrodito estuvo enfermo, a punto de morir (Filipenses 2:27).
Estos casos mencionados no habían enfermado como consecuencia de algún pecado que habían cometido.
Entonces, ¿para qué son las pruebas?
Muchos cristianos pueden estar pasando por pruebas que no están relacionados con algo que hicieron. Es parte del mundo caído y quebrantado en el cual vivimos.
Las pruebas tienen varias funciones en nosotros los cristianos. Veamos tres de ellas:
Producen un mayor anhelo de nuestro hogar celestial
Así lo expresa 2 Corintios 4:17, “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. Si todo anduviera de maravilla en nuestra vida, ¿tendríamos deseo de estar en el cielo con Cristo? Estaríamos muy cómodos y complacidos aquí en la tierra. Las pruebas nos hacen anhelar aquel lugar donde no habrá dolor ni llanto.
Añaden virtudes a nuestro carácter
Como lo dice Romanos 5:3-5, “sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza”. Así como el escultor golpea con el martillo la piedra para dar forma a una hermosa obra de arte. De esa manera Dios va formando a Cristo en nosotros.
Nos permiten experimentar el consuelo de Dios
Leemos en 2 Corintios 1:3-4 que Dios es “Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.
Así que, hermanos, no es nuestro deber examinar las razones por las cuales otro creyente está pasando por enfermedad o prueba, sino que debemos orar por ellos y ser de apoyo, como nos lo enseña 1 Corintios 12:26, “si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él”.
Miguel Mosquera
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