Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros? … Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete vecesSalmo 12:4,6
Vivimos en una sociedad donde la libertad de expresión es un derecho, sin embargo, mucho piensan que esa libertad les permite decir lo que quieran, cuando quieran, como quieran y a quien quieran. Sin filtro ni freno sus palabras son un reflejo de lo que dice Romanos 3:13-14, “Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura”. Las redes sociales y mensajes de texto aumentan esto, ya que hay quienes se atreven a decir por mensaje lo que no dirían en persona. Su actitud es arrogante como la que describe el salmo: “Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?” En pocas palabras, “nadie me limita lo que yo puedo decir”.
En cuanto a Dios, sus palabras son limpias. En sus palabras no hay mentira, porque siempre habla con verdad y fidelidad. Sus palabras son vida. No debemos tomar el ejemplo del mundo y usar nuestras palabras para ofender, herir o mentir. Los creyentes en Creta debían cuidarse de no seguir el ejemplo de sus contemporáneos, de quienes se decía: “Los cretenses siempre mentirosos, malas bestias” (Tito 1:12).
Nuestras palabras deben estar caracterizadas por la verdad y la pureza, con el objetivo de edificar al oyente. Cristo nos dejó ejemplo: “La gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre” (Salmo 45:2). Cristo es Señor de nuestros labios, así que debemos usarlos para honrar su nombre y proclamar su evangelio.
Que mi tiempo todo esté
consagrado a tu loor;
que mis labios al hablar,
hablen sólo de tu amor.
Miguel Mosquera
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