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Oraciones

En Hechos 2:42 se relata que los primeros creyentes “perseveraban en… las oraciones”. La oración pública caracterizaba la iglesia primitiva. La oración es uno de los aspectos en nuestra vida personal y congregacional que muchas veces es descuidada, sin embargo, no podemos dejar de enfatizar la importancia que tiene la oración en la iglesia. 

La oración es nuestra comunicación con Dios. Dios nos habla a través de su Palabra, y nosotros hablamos con Dios a través de la oración. Así que, la lectura de la Biblia y la oración están íntimamente ligadas para mantener una buena comunicación con Dios. 

El Señor Jesucristo dejó ejemplo de oración (Lucas 3:21; 5:16; 11:1) y esto llevó a los discípulos a tener interés en aprender a orar – “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar”. También “les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1). 

Los primeros creyentes también daban importancia a la oración. Oraron buscando la guía del Señor para una decisión muy importante (Hechos 1:24). Oraron pidiendo a Dios que les diera valor para predicar el evangelio en medio de gran persecución (Hechos 4:31). Oraron y Dios abrió las puertas de la cárcel para liberar a Pedro (Hechos 12:12). Con razón Santiago 5:16 nos dice que “La oración eficaz del justo puede mucho”.  

¿Cómo debe ser la oración? 

Voy a tomar algunos ejemplos de oración que encontramos en las Escrituras. 

El primero que quiero considerar es el conocido “Padre nuestro” (Mateo 6:9-13; Lucas 11:2-4). En estos pasajes podemos aprender lo siguiente: 

  • La oración es dirigida al Padre. No es dirigida al Espíritu Santo, ni a ningún santo. Este fue el ejemplo que el Señor dio (Juan 17:1) y de los discípulos también (Hechos 4:24; Efesios 3:14). El Señor mismo lo enseñó en Juan 14:13 – “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. De las palabras de Cristo aprendemos que la oración es dirigida al Padre en el nombre del Señor Jesucristo. 
  • Hay primero una ocupación en Dios. Con frecuencia nuestras oraciones son una ráfaga de peticiones. Ninguna alabanza a Dios. En esta oración el Señor enseña a ocuparnos en primer lugar en cuanto a la voluntad de Dios y el plan de Dios – “santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-10) 
  • Peticiones a Dios. Una vez que hayamos dado a Dios el primer lugar, entonces con confianza podemos exponer nuestras peticiones y rogativas. Aquí vemos una petición por provisión y perdón; algo material y algo espiritual. Debe haber un equilibrio entre lo material y lo espiritual. Santiago es muy franco al decirnos: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). Si hemos expresado ya en cuanto a Dios: “hágase tu voluntad”, entonces nuestras peticiones deben ser de acuerdo con la voluntad de Dios. 
  • No deben ser repeticiones. Precisamente es en este pasaje del “Padre nuestro” que el Señor enseña: “no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). Es decir, que esta oración nos es para repetirla vez tras vez exactamente como la dijo el Señor, sino que es un modelo para guiarnos en cuanto a cómo debemos orar. 
  • No debe ser para lucirnos. La oración no debe ser usada como un medio para destacar entre el pueblo del Señor. No es para demostrar conocimiento bíblico, ni elocuencia de hablar. Contra esto el Señor advirtió: “cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres” (Mateo 6:5). Debe haber sencillez de corazón en lugar de altivez de corazón; sinceridad en lugar de falsedad (Lucas 18:9-14). 

Hay otra oración que el Señor realizó en Juan capítulo 17 nos enseña algunas lecciones adicionales: 

  • Glorificar a Cristo. ¡Cuán apropiado es glorificar a Cristo en nuestras oraciones! Así lo hicieron aquellos creyentes en Hechos 4:29-30. También, cuando el apóstol Pablo oraba hacía referencia al Señor Jesucristo para darle gloria (Efesios 1:15-23). 
  • Rogar por otros. Aquí leemos del Señor orando a Dios por sus discípulos: protección (v.11), crecimiento (v.14), santificación (v.19), unidad (v.21). 

En la oración de Hechos 4:24-30 también podemos ver que es apropiado citar las Escrituras en la oración, como ellos citaron el Salmo 2.

La oración pública

Veo necesario hacer referencia a cómo debe ser la oración pública. Veremos más adelante sobre la reunión de la iglesia, pero en este momento es bueno mencionar que, siguiendo el patrón de 1 Corintios 14, la participación pública debe ser por turno. Es decir, uno solo habla a la vez. Es necesario poder escuchar la oración para poder decir amén (1 Corintios 14:16). Si todos hablan a la vez no es posible escuchar ni concentrarse en cuanto a lo que se está diciendo en la oración. Esto refleja desorden en lugar de orden y “Dios no es Dios de confusión, sino de paz… hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:33,40). 

Con el fin de que la oración pueda ser escuchada por los demás en la congregación es recomendable que quien está orando puede hacerlo en un tono de voz que permita a todos escuchar, y hablar claramente para que se pueda entender lo que se está diciendo. De esta manera, quien escucha puede decir amén a la oración. 

No leemos oraciones públicas largas en la Biblia. El Señor pasó toda la noche orando en privado, pero en las oraciones públicas no eran demasiado extendidas. Quizás la más larga la encontramos en 1 Reyes 8:12-53 cuando Salomón dedicó el templo. Las oraciones extendidas hacen perder la concentración de quien ora y la atención de quienes escuchan. 

El cielo se abrió (Lucas 3:21); un edificio tembló (Hechos 4:31); las puertas de una cárcel se abrieron (Hechos 12:10,12), y es que el Señor prometió que “si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19), recordando siempre que la oración no es para satisfacer mis caprichos, sino con el deseo que verdaderamente se haga la voluntad de Dios en la tierra. 

Miguel Mosquera

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