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Paciencia es más que sólo esperar

Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesaHebreos 6:15

La paciencia es una virtud muy valiosa a los ojos de Dios. Él tiene poder para llevar a cabo sus propósitos de una manera muy rápida. Creó el universo en sólo 6 días. En otras ocasiones Él tomará más tiempo y, lo que para nosotros puede parecer lento, de ninguna manera es una debilidad de parte de Dios. Él es «lento para la ira, y grande en misericordia y verdad» (Salmo 86:15), es «paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Dios tiene control sobre todas las cosas, entre ellas el tiempo, el cual usará para llevar a cabo sus propósitos. El reloj de Dios no se atrasa ni se adelanta sino que va a un ritmo perfecto.

Cuando ejercitamos la paciencia tenemos paz en nuestro corazón en medio de la espera
Ahora, la paciencia no es solamente esperar, ni tampoco es esperar mucho. De hecho, habrá ocasiones (quizás la mayoría de las veces) en que podemos estar esperando con ansiedad en lugar de esperar con paciencia. La paciencia es aceptar las circunstancias que Dios ha permitido en nuestras vidas y confiar en su plan perfecto. Es dejar el tiempo y el futuro en manos de Dios confiando que Él tiene pleno control. Cuando ejercitamos la paciencia tenemos paz en nuestro corazón en medio de la espera.

Santiago escribe para animar a los creyentes que están pasando por medio de la prueba, ya que uno de los resultados de la prueba es la paciencia. «La prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:3). Asimismo, la paciencia añade piedad (2 Pedro 1:6). Abraham esperó con paciencia y alcanzó la promesa. Ese es el enfoque que el escritor a los Hebreos tiene respecto de la paciencia, que va ligada a obtener la promesa. Por eso nos dice que «es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (Hebreos 10:36).

Si estás en medio de las dificultades preguntándote: «Señor, ¿hasta cuándo?». Considera las palabras del salmista: «Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor» (Salmo 40:1).

Miguel Mosquera

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