“Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” “...dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed” “...para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (Juan 19:24,28,36,37)
Juan escribe su evangelio para que creamos “que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31), así que las profecías que menciona en la crucifixión tienen este mismo propósito.
Repartieron entre sí mis vestidos
Hablando humanamente, Jesús no tendría ningún control sobre lo que harían con sus vestidos al ser crucificado. Además, era necesario que se cumplieran dos cosas: repartir y echar suertes. Así fue como lo hicieron estos soldados al pie de la cruz. Tal era la indolencia de estos crueles hombres que frente al sufrimiento y dolor del Señor ellos estaban jugando los dados con Sus pertenencias. Cuatro soldados, cuatro partes, así que se las repartieron. Después de llevarse cada uno su parte, faltaba la túnica, la cual era sin costura, así que echaron suertes (Salmo 22:18). ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.
Tengo sed
Él dijo: Tengo sed. La profecía era mucho más que beber algo en la cruz. “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21). Estaba allí una vasija llena de vinagre. ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.
No será quebrado hueso suyo
Esta es una profecía que no deja de maravillarnos. A pesar la crueldad y el horror de la crucifixión, como método de ejecución, estaba el cuidado de Dios en cumplir su Palabra. Los puñetazos en la casa de Caifás (Mateo 26:67), la violencia de los azotes de Pilato, la brutalidad de la compañía de soldados haciendo escarnio del Señor con la corona de espinas y la caña golpeándola en la cabeza, los grandes clavos en las manos y los pies pasando a través de una gran cantidad de huesos pequeños, pero sin romper ninguno, y, finalmente, el destino de muchos crucificados en romperles las piernas para acelerar su muerte, son algunas de las formas en que se pudo haber roto alguno de los huesos del Señor Jesucristo. Sin embargo, esto no ocurrió. ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.
Mirarán al que traspasaron
Era imposible que todas estas profecías se cumplieran a no ser que Dios lo haya hablado de antemano y lo cumpliera en su debido momento y en la Persona correcta
Aun muerto, se siguen cumpliendo las Escrituras. Los soldados pagaban con su vida si no era cumplida una sentencia. Cristo debía morir y aquel soldado se iba a asegurar de que así fuera. Juan dice que “le abrió el costado”. No era simplemente penetrar la lanza, sino hacer una herida severa y mortal, de manera que, si el Señor no hubiese tenido ninguna otra herida, la sola herida de la lanza le hubiera ocasionado la muerte.
Ninguno de estos eventos ocurrió por casualidad, sino para que la Escritura se cumpliese. Era imposible que todas estas profecías se cumplieran a no ser que Dios lo haya hablado de antemano y lo cumpliera en su debido momento y en la Persona correcta. Todas, sin faltar ninguna, se cumplieron en Jesús. Él es el Cristo, el Hijo de Dios. ¡Qué gran Salvador!
En el monte Calvario estaba una cruz,
emblema de afrenta y dolor.
Mas yo amo a Jesús, que murió en la cruz
por salvar al más vil pecador.
Miguel Mosquera
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