Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosaIsaías 32:2
Hay cuatro adversidades en este versículo que se agrupan para hacer daño. Estas adversidades pueden venir de forma aislada o de forma consecutiva. Nos llenan de temor y nos dejan sin fuerzas. Como Pedro en el mar sentimos que nos hundimos. Ante cualquiera de estas situaciones, o incluso si todas vienen al mismo tiempo, hay uno que es suficiente; un refugio en todas ellas.
El viento no lo vemos, pero vemos sus efectos. Elías vio como el viento rompió los montes y quebró las peñas (1 Reyes 19:11). Job vio con dolor los efectos de un viento que sacudió la casa donde sus hijos estaban celebrando y todos murieron (Job 1:19).
El turbión es viento acompañado de fuerte lluvia. El diccionario menciona tres características del turbión: es fuerte, viene repentinamente y dura poco. Hay pruebas que, aunque duran poco tiempo, sus efectos pueden durar mucho.
Las siguientes dos adversidades se relacionan: en una hay carencia de algo (agua) y en la otra, exceso de algo (calor). El calor produce cansancio, faltan las fuerzas y nos hace desfallecer. Si, además de esto, hay falta de agua la situación se vuelve más desalentadora.
Así, también, las pruebas pueden venir de diferentes formas: “aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas” (1 Pedro 1:6). La respuesta de Dios no es quitar las adversidades sino “un varón” que es suficiente para todo esto. Nos esconde, nos protege, nos da sombra y de Él fluyen arroyos de aguas para satisfacer nuestra sed.
Cristo es la gran peña que recibe el calor del sol, pero nos da sombra. Quien recibe la violencia del turbión, pero nos da calma. Quien recibe la fuerza del viento, pero nos da seguridad y paz. Cristo es la fuente inagotable de agua que suple toda nuestra necesidad.
En tierra calurosa Jesús nos da
su sombra, sí, su sombra, sí.
Jesús es el peñasco que sombra da;
nos guarda de la tempestad.
Miguel Mosquera
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