Paz, poder y prosperidad

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“Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicioSalmo 72:1-2

¿Sería posible que estas tres cualidades existan al mismo tiempo? Muchas veces cuando hay paz, no hay prosperidad. O si hay poder, entonces no hay paz. En otros casos, es muy triste ver gobiernos donde no hay ninguna de estas tres cualidades.

El Salmo 72 narra una oración a Dios para que estas características estuvieran presentes en el reino de Salomón. Que hubiera paz (vv.1-7), poder (vv.8-14) y prosperidad (vv.15-19). Aunque el reino de Salomón sería, quizás, lo más cercano a esto; no es sino hasta la venida del Señor Jesucristo que habrá un reino verdaderamente ejercido con justicia y equidad, y donde haya paz, poder y prosperidad.

Paz

El mundo no conoce la paz. Desde al año 1901 se ha otorgado el premio Nobel de la Paz a muchas personas, reconociendo su esfuerzo por buscar la paz, pero nunca se ha logrado.

La venida del Señor comenzó con un anuncio de paz: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Murió en el Calvario “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Cuando venga por segunda vez para establecer su reino, éste será un reino donde habrá “muchedumbre de paz” (Salmo 72:7).

Poder

Por lo general, los gobernantes cuando adquieren más poder se vuelven más tiranos. No será así con el Señor, quien “dominará de mar a mar”. Su poder no tendrá fronteras, y será para la bendición de todas las naciones. Aplastará al opresor y juzgará la causa del afligido. Siendo tan poderoso, mostrará compasión a todos por igual.

Su poder será usado para ejercer justicia. Tendrá autoridad y habrá respeto a esa autoridad. No hará acepción de personas, ni existirá quien sea desplazado injustamente. Extenderá su mano a quien la necesite y dará socorro al que clamare.

Prosperidad

Nunca más habrá esa frustración de aquel que trabaja y trabaja, pero no recibe el fruto de su labor. Esto es consecuencia del pecado (Génesis 3:16-17). Durante el reino de Cristo no será así, sino que “Será echado un puñado de grano en la tierra... su fruto hará ruido como el Líbano” (v.16). La cosecha será abundante y no habrá más escasez.

El carácter de Cristo no ha cambiado. Sigue siendo poderoso y compasivo. Extendiéndonos la mano para socorrernos. Así que, sigamos adelante, porque una esperanza gloriosa nos espera. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Miguel Mosquera

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