Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielosMateo 16:16-17
Sin duda uno de los acontecimientos importantes en la vida de Pedro sería su declaración sobre el Cristo, relatado en Mateo capítulo 16. El Señor pregunta a sus discípulos sobre lo que las personas piensan de Él, y luego pasa a preguntarle directamente a sus discípulos sobre qué piensan ellos.
En algunas ocasiones encontramos a Pedro siendo un poco impulsivo en hablar, sin antes pensar bien lo que va a decir, pero no en esta ocasión.
La confesión de Pedro viene de una tremenda convicción personal. No se ha dejado llevar por las filosofías y pensamientos de los demás, ni tampoco hizo una encuesta para ver quién tenía la razón; sino que está plenamente convencido de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Su convicción no es por terquedad, sino que lo recibió de una revelación divina. El Señor Jesucristo mismo se lo dice: “no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre”. No vino como resultado de un análisis de la vida de Cristo (lo cual le hubiese llevado a la misma conclusión), sino que Dios mismo se lo había revelado, lo cual le daría una mejor apreciación de la vida y la persona de Cristo. No hay base más sólida.
Esto no llevó a Pedro a ser el fundamento de la iglesia, “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11); pero Pedro nos da una lección de verdadera convicción en la verdad revelada de Dios. No tengamos temor de decirlo.
¡Oh, que tuviera lenguas mil
del Redentor cantar
la gloria de mi Dios y Rey,
los triunfos de su amor!
Bendito mi Señor y Dios,
te quiero proclamar;
decir al mundo en derredor
tu nombre sin igual.
Miguel Mosquera
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