Esperemos que estos ejemplos que vamos a mencionar nos ayuden a dar el primer paso y ponernos en movimiento; a partir de allí, el Señor guiará al siguiente paso.
El hombre de Gadara
El Señor envió a este recién convertido, “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo” (Marcos 5:19). La tarea era bastante sencilla. ¿A quiénes le iba a hablar? A los de su propia casa. ¿Qué les iba a decir? Lo que Dios había hecho con él. No hacía falta un curso extenso ni un entrenamiento especial para llevar a cabo esta tarea.
Una mujer devota
El Señor Jesucristo alabó la devoción de una mujer que derramó un frasco de alabastro sobre la cabeza del Señor, diciendo: “Esta ha hecho lo que podía” (Marcos 14:8). Ella nunca predicó, pero Cristo dijo “que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho” (Marcos 14:9).
Lo que esta mujer hizo fue algo costoso. Alguien dijo: “si mi servicio no me costó nada, probablemente no vale nada”. Este costo no necesariamente es dinero, pero también tiempo, esfuerzo y devoción.
¿Qué tienes?
Dios le dijo a Moisés: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?” (Éxodo 4:2). No hay excusas para estar inactivos. El profeta le dijo a la mujer “Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite” (2 Reyes 4:2), eso era lo que tenía que usar. En vez de quejarnos por lo que no tenemos, nuestro deber es poner en uso lo que sí tenemos.
No es lo grande que hacemos, sino nuestra fidelidad, obediencia, devoción y amor, lo que Dios aprecia. Viendo estos ejemplos mencionados, el Señor nos dice: “Ve, y haz tú lo mismo”.
Yo quiero ser obrero de valor,
confiando en el poder del Salvador.
El que quiere trabajar
hallará también lugar
en la viña del Señor.
Miguel Mosquera
Compartir