Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielosMateo 5:16
Entonces, alumbremos por medio de nuestra PIEDAD. Nuestra vida debe ser diferente a la del mundo. Nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de luz, mora en nosotros, así que, todo lo que hay que hacer es dejar que Él se haga visible. “¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?” Ninguna. La luz expone lo que hay en las tinieblas, por eso el mundo aborrece la luz “para que sus obras no sean reprendidas”. Sin embargo, Dios nos salvó con un propósito, no para esconder la luz, sino para dejarla ver. Que nuestra fe en Cristo no sea un secreto, sino que “anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9) y que otros puedan ver a Cristo en nosotros.
Debemos alumbrar con INTENSIDAD: “para que vean vueltas buenas obras”. Sirviendo a otros, mostrando amor, compasión y bondad, sin olvidar los principios de la justicia, santidad y verdad de Dios. Estas buenas obras harán ver que somos “hijos de luz”. No nos conformemos con decir que somos de Cristo, sino demostrémoslo con acciones.
La intención no es atraer la atención a nosotros mismos, sino la atención a nuestro Padre. Así que, necesitamos alumbrar con HUMILDAD. La gloria es para Él. Cuando el Señor hizo un milagro, “todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios” (Lucas 18:43).
Que nuestro deseo siempre sea dar gloria a Dios, por lo que decimos y por lo que hacemos.
Haz, Señor, que siempre, siempre por doquier
demos luz, demos luz;
que este mundo nuestra vida pueda ver
dando luz, dando luz.
Cual antorchas vivas vamos con fervor,
dando luz, dando luz;
que saquemos almas fuera de su error
a la luz, a la luz.
Miguel Mosquera