El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? (Marcos 10:36)
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? (Marcos 10:51)
La pregunta es la misma pero Jesús la hizo a personas diferentes, en primer lugar a sus discípulos Juan y Jacobo y luego a Bartimeo, el ciego. La respuesta revela lo que había en el corazón de cada uno y vemos que fueron muy diferentes también. Si el Señor me hiciera esa pregunta a mí, ¿cuál sería mi respuesta? ¿qué sería lo más importante en mi vida para pedirle al Señor? Uno esperaría de los discípulos del Señor una respuesta más espiritual, libre de ambiciones y de orgullo, al fin y al cabo, habían estado aprendiendo del Señor mismo sobre el servicio, la humildad y el amor al prójimo. Juan y Jacobo le piden al Señor que les haga sentar a la derecha y la izquierda de su trono, lo que ellos quieren es gloria, posición y grandeza. Esto trae como consecuencia enojo y conflictos entre los doce. Cuando en mi corazón lo que quiero es tener una jerarquía y ser más que los otros, esto siempre va a traer conflictos y problemas entre los creyentes. Tremenda lección aprendieron cuando el Señor les dijo que Él mismo, quien sí merecía la gloria y la grandeza, no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.
Lo que había en el corazón de Bartimeo era diferente, todo lo que él quería era que Jesús le sanara. No estaba yendo más allá buscando una posición de privilegio sino rogando a Jesús que supliera sus necesidades. Nos hace recordar a Salomón, quien en lugar de pedir riquezas, gloria o la vida de sus enemigos, pidió a Dios lo que necesitaba, sabiduría, para llevar a cabo la responsabilidad que Dios le había dado.
Que tengamos claro cuáles son nuestras necesidades para ponerlas delante del Señor y dejar que sea Él quien nos añada más, porque Él «es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios 3:20).
Miguel Mosquera Foto en portada y texto: Water overflow por Lynn Greyling en Dominio Público (mod. 1018x460px)