Habla a los hijos de Israel y diles: El hombre o la mujer que se apartare haciendo voto de nazareo, para dedicarse a Jehová, se abstendrá de vino y de sidra; no beberá vinagre de vino, ni vinagre de sidra, ni beberá ningún licor de uvas, ni tampoco comerá uvas frescas ni secas.Números 6:2-3
Aquella persona en el pueblo de Israel que hiciera voto de nazareo debía abstenerse de vino y de sidra, pero también de cualquier cosa que se pareciera o que pudiera llevar a probarlo, por lo cual tampoco debía beber ningún licor de uvas ni uvas frescas ni secas. Aquel que decidía dedicarse a Jehová no era ningún superhéroe que estaba exento de caer, sino que era igualmente vulnerable y por eso debía andar con más cuidado porque se había dedicado a Jehová.
Caminar al borde del precipicio es muy peligroso. Muchas personas cuando van a hacer algo se preguntan: ¿qué hay de malo en eso? Ese es un mal principio de vida; deberíamos más bien preguntarnos: ¿qué hay de bueno en eso? Dios quiere que vivamos una vida santa, apartados del mal. Que vivamos apuntando a lo que es bueno y huyendo de lo que es malo. Puede que algo no sea malo en sí mismo pero tiene el potencial de llevarnos al mal. ¿Qué tanto me puedo acercar al pecado? Nada, debemos mantenernos lo más lejos posible. Recordemos al varón bienaventurado de Salmo 1: «que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado». No se involucra con las actividades de los malos porque sabe lo fácil que es para él caer en el mismo vicio.
No se trata de aislarse del mundo, sino más bien como el Señor dijo en Juan 17: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal».
Evita el pecado, procura agradar
a Dios, a quien debes por siempre ensalzar.
No manche tus labios impúdica voz;
tu corazón guarda de codicia atroz.
Miguel Mosquera
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