Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulacionesHechos 20:22-23
La incertidumbre produce ansiedad, la ansiedad conduce al desespero y el desespero nos lleva a tomar decisiones equivocadas. La ansiedad se opone a la paciencia, que es uno de los frutos del Espíritu. Como seres humanos estamos limitados en nuestro conocimiento, no sabemos sobre cosas que no vemos y no sabemos en cuanto al futuro. Muchas veces nos hacemos esta pregunta: «Y ahora, ¿qué va a pasar?»
Sin embargo, Dios sabe y está en control de todas las cosas. Él no tiene ansiedad ni se desespera en sus decisiones. Es por eso que podemos confiar en Él. El salmista dijo «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Salmo 23:4).
Dios no nos libra de pasar por situaciones de incertidumbre. Más bien es en medio de la incertidumbre que aprendemos a confiar y depender en Él. Pablo no sabía lo que estaba por delante en su vida, solamente sabía que venían tribulaciones, pero su confianza estaba en Dios.
El Señor Jesucristo, siendo el Hijo de Dios, vivió en dependencia de Dios: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:21-23). Las circunstancias adversas no le dieron razón para cometer pecado. Fue tratado muy injustamente, sin embargo, no respondió de la misma manera en que era tratado, sino que encomendó su causa al que juzga justamente.
Cristo nos dio ejemplo de cómo responder en medio de las circunstancias adversas. Es por eso que «El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:6). «Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos» (2 Corintios 4:8-9). Aun en las pruebas y tribulaciones Dios está en control, Él no te ha desamparado.
Miguel Mosquera
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