Saúl fue un hombre que comenzó bien, pero terminó mal. Es una advertencia para nosotros de cómo nuestras decisiones (y desobediencias) nos guían en un camino que va progresivamente en descenso.
Vemos a Saúl debajo de un árbol en tres ocasiones en su vida.
Saúl descansando
Es muy fácil sentarse a la sombra para ver cómo otros hacen el trabajo. Que otro se esfuerce, que otro lo haga. “Yo estoy ocupado”, “no tengo tiempo”, “otro lo hace mejor que yo”, “no sé si voy a poder comprometerme” ... y las excusas pueden llover cuando no hay la disposición de hacer lo que les corresponde. Se sientan de lejos para ver lo que acontece, critican al que lo hace mal, dan sugerencias de lo que se tiene que hacer, pero no se mueven de la sombra ni están dispuestos a ayudar.
Saul estaba dando un mal ejemplo a sus soldados, en lugar de infundirles valor les desanimaba. No debe sorprendernos el por qué Saúl con frecuencia está rodeado de hombres asustados.
Saúl destruyendo
“Saúl estaba sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano” (1 Samuel 22:6). Otra vez Saúl sentado bajo un árbol. ¿Es que no tiene nada que hacer? Tiene mucho que hacer, pero mejor sentarse para dañar a otros. Habla mal de Jonatán, también de David. Manda a matar a los sacerdotes de Dios. Manipula la información, se hace la víctima. Quiere poner a sus siervos en contra de David: “ni alguno de vosotros que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a mi siervo contra mí” (1 Samuel 22:8). Saúl está destruyendo.
Quien se ha dado a la tarea de acusar, dividir y destruir es el enemigo, Satanás. El Señor nos guarde de prestarnos para esa tarea.
Saúl derrotado
“Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol en Jabes” (1 Samuel 31:13). El triste desenlace de un hombre que no quiso rectificar, sino que prefirió ser obstinado de corazón. No tuvo una sepultura digna de un rey. Sepultaron sus huesos debajo de un árbol.
Derrotado.
Tuvo que ser quitado por Dios (Hechos 13:22). Ningún ejemplo positivo para generaciones futuras. Más bien, los conflictos que inició en su vida duraron varios años después de su muerte. Una clara advertencia de lo que nos enseña Gálatas: “Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
Miguel Mosquera
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