Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de DiosMateo 5:9
Ser pacificador no es algo natural en el corazón del ser humano. Nos dice Romanos 3:16-17 que «Quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz», pero sí debe ser una característica de los hijos de Dios, como lo dice Mateo 5.
Moisés era un pacificador. Cuando María y Aarón buscaban generar contienda contra Moisés es cuando la Biblia nos dice que «aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra» (Números 12:3). También los hijos de Israel murmuraron muchas veces contra él, pero Moisés no intentó pagar con la misma moneda, no era su intención generar un problema o causar contienda para tratar de ganar su argumento.
El Señor Jesucristo es el ejemplo de un pacificador. Cuando los samaritanos no quisieron recibir al Señor, Juan y Jacobo reaccionaron como muchos de nosotros hubiese reaccionado: «fuego del cielo que los consuma» (Lucas 9:54), sin embargo, el Señor les reprende porque Él sabe que el reaccionar así lo que trae es pérdida, nunca ganancia. El apóstol Pedro nos exhorta a seguir las pisadas de Cristo, «quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:23). Cristo ama la paz, buscó reconciliación donde había enemistad: «haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Colosenses 1:20).
Así que «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres… No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Romanos 12:18,21). Sé un pacificador.
Miguel Mosquera
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