Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros… echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros1 Pedro 4:14; 5:7
El Espíritu Santo es llamado aquí el “glorioso Espíritu de Dios”, haciéndonos ver su grandeza y deidad. Desde el día que creímos el Espíritu Santo nos ha sellado (Efesios 1:13) y ha venido a hacer morada permanente en nosotros (Juan 7:39; 14:17). Muchas veces, en medio de las pruebas, nos sentimos solos y abandonados, pero la Palabra de Dios nos recuerda que no es así, sino que el Consolador, el Espíritu Santo, reposa sobre nosotros. Él va a nuestro lado para acompañarnos, fortalecernos y consolarnos en medio de nuestras dificultades. No estamos solos. Esta es una verdad incondicional, es decir, no depende de nosotros, sino que es un privilegio que gozamos como resultado de la gran obra de la salvación.
La segunda expresión nos da una lección práctica que necesitamos aprender de forma individual. Nuestras cargas, ansiedades, preocupaciones o incertidumbres deben ser puestas sobre Él. Debemos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios, echando toda nuestra ansiedad sobre Él. No necesitamos quedarnos con nada, pongámoslo todo sobre el Señor. En oración contemos todo lo que nos sucede, todo lo que sentimos, para transferir esa carga de ansiedad y preocupación a nuestro gran Dios quien puede ocuparse de ello.
¡Qué maravilla que tenemos un Dios que está cerca y tiene cuidado de nosotros!
¡Oh! ¡qué amigo nos es Cristo!
nuestras culpas Él llevó,
y nos manda que llevemos
todo a Dios en oración.
¿Somos tristes, agobiados,
y cargados de aflicción?
Esto es porque no llevamos
todo a Dios en oración.
Miguel Mosquera
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