Hemos escuchado muchas veces decir: “todos somos hijos de Dios y Dios no sería capaz de condenar a ninguno de sus hijos en el infierno”. Pero es bueno hacernos la pregunta: ¿somos todos hijos de Dios?
El Señor Jesucristo, antes de ascender al cielo, les dijo a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura”. Fíjese que no dijo: “prediquen el evangelio a todos los hijos de Dios”, sino que dice “a toda criatura”. Dios es el Creador de todas las cosas, y todos los seres humanos somos criaturas de Dios, pero no todos son hijos de Dios.
Todos los seres humanos somos criaturas de Dios, pero no todos son hijos de DiosEn Romanos capítulo 5 hay cuatro palabras que describen a los seres humanos:
Débiles (Romanos 5:6) - Impíos (Romanos 5:6) - Pecadores (Romanos 5:8) – Enemigos (Romanos 5:10)
Una persona “débil” es alguien que no tiene la fuerza o capacidad de hacer algo. No tenemos la capacidad de cumplir la ley de Dios a la perfección toda la vida, ni tampoco tenemos la capacidad de resolver el problema de nuestro pecado por nuestros propios medios.
Luego utiliza la palabra “impío” haciendo referencia a nuestras malas obras. Romanos 3:10-12 dice: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
También utiliza la palabra “pecadores”, que quiere decir “uno que falla al blanco”. Por más que nos esforcemos, una y otra vez no logramos dar en el blanco de la ley de Dios y ni siquiera en nuestros mejores momentos logramos alcanzar el estándar de Dios.
Finalmente, usa la palabra “enemigos” ya que viviendo continuamente en el pecado el ser humano se opone a Dios y se ha declarado enemigo de Dios
El ser humano sin Cristo está en una situación muy grave delante de Dios, en peligro de una condenación eterna por haber quebrantado la ley de Dios.
Ahora, tiene que haber una manera de llegar a ser un hijo de Dios, por algo el Nuevo Testamento habla tantas veces de Dios como Padre.
Es por eso que Jesús envió a sus discípulos a predicar las buenas noticias del evangelio a toda criatura. Este mensaje de buenas noticias dice:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
¿A los que recibieron a quién? A los que recibieron al Señor Jesucristo. No se trata de que algunos que le reciben son hijos de Dios y otros no: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre”. Esa es la manera en que una persona viene a ser un hijo de Dios. Esta nueva relación tiene un comienzo, cuando la persona pone su fe en el Hijo de Dios para salvación. Si no le ha recibido como Salvador todavía no es un hijo(a) de Dios.
El versículo dice que “No son engendrados de sangre”, es decir, no por ser familia o hijo de un cristiano se es automáticamente un hijo de Dios.
"No por voluntad de carne", es decir, no por méritos propios ni por mis buenas obras ni por rituales religiosos me gano el derecho de ser un hijo de Dios.
"No por voluntad de varón", es decir, no porque un predicador o ministro lo “declare” un hijo de Dios, no por eso va a formar parte de la familia de Dios.
Esto es una obra de Dios. Solo Dios puede hacer una persona un hijo de Dios. ¿En quienes hará Dios esta obra? En todos los que reciben a Cristo, los que creen en su nombre.
Miguel Mosquera
Compartir este artículo