Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempoLucas 4:13
El diablo buscará destruir todo aquello que agrada a Dios. En el capítulo anterior leemos de cómo los cielos fueron abiertos y la voz del Padre se escuchó «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». Treinta años habían pasado en la vida del Señor y siempre estuvo marcada por la obediencia y sujeción al Padre, por el amor a Dios y el amor al prójimo. En un ambiente donde todos estaban confesando sus pecados y bautizándose en arrepentimiento hay uno que se bautiza, no porque tenga algún pecado que confesar, sino para «cumplir toda justicia», Dios hace público la vida intachable de su amado Hijo.
Como hijos de Dios también el enemigo buscará destruirnos. Por eso el apóstol Pedro nos exhorta: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5:8). Ni por un momento Cristo dio lugar al enemigo y nos enseña a nosotros a que «ni deis lugar al diablo» (Efesios 4:27). Citando las Escrituras, el Hijo de Dios resistió al diablo, enseñándonos también cómo podemos nosotros «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
Nuestro Salvador fue perfecto, no pecó ni podía pecar, «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:15). Y también «en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Hebreos 2:22).
Miguel Mosquera
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