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Tiempos Difíciles

Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación Habacuc 3:17-18

Los tiempos en que vivió Habacuc fueron tiempos difíciles ya que Habacuc profetizó en el tiempo de la deportación de Judá a Babilonia. Judá se había apartado de Dios y estaban en la ruina espiritual, moral, política y económica. En momentos así nuestra mente se llena de preguntas, hay muchas incógnitas sin responder.

Es allí donde Habacuc comienza a escribir: «¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás…?» (1:2). Nuestra primera tendencia es pensar que Dios se ha olvidado, que está lejos, no oye a nuestras súplicas. La violencia y la destrucción se levantan, la ley es debilitada, y aunque Habacuc clama no obtiene respuesta. Todo esto continúa y pareciera que Dios no está actuando. Dios le responde diciendo «porque haré una obra en vuestros días» (1:5). Esta situación en Israel no iba a continuar por tiempo indefinido, llegaría el momento en que Dios actuaría.

Cuando llegamos al pasaje citado no estamos viendo a alguien imaginándose algo. Parece más bien que Habacuc salió a dar una vuelta por el pueblo y lo que menciona fue lo que se encontró. En su recorrido vio tres plantas: la higuera, la vid y el olivo. Falta el producto del olivo, el producto final escasea, no hay nada con lo que alimentarse en el momento. En las vides no hay fruto, esto es, aunque hubiesen querido producir tampoco podían. La higuera no florecía, lo cual les quitaba la esperanza de que hubiese una cosecha pronto. El futuro estaba oscuro también. La impotencia de ver las ovejas ser arrebatadas y el corral vacío.

Más allá de esto no se puede descender pero Habacuc no se ve a sí mismo abajo. Su confianza está puesta en Dios y nada de las circunstancias a su alrededor iban a cambiar esto. Se alegraba en Jehová y se gozaba en el Dios de su salvación. Nuestras circunstancias no hacen cambiar la fidelidad de Dios ni su amor por nosotros. Nunca Dios nos dará la espalda ni cerrará su oído para no escuchar nuestras plegarias. Al contrario, en medio de todo esto, Él «hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar» (3:19).

Anímame siempre a seguir; 
ayúdame a más alto ir. 
Otro nivel alcanzaré, 
y más de Ti conoceré.

Miguel Mosquera

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