Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo… Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmesEfesios 6:11,13
La razón por la que debemos tomar toda la armadura de Dios es para estar firmes, contra las asechanzas del diablo y en el día malo. Debemos saber que como cristianos estamos en una constante batalla. La naturaleza de la batalla es espiritual, contra «principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad». El enemigo busca hacernos caer de muchas maneras; por medio de la tentación, la duda, las pruebas, el desespero, el desánimo.
No podemos prescindir de ninguna de estas partes de la armadura. Ambos versículos enfatizan la importancia de «toda la armadura de Dios». No salimos a la batalla confiando en nuestra propia fuerza, «porque las armas de nuestra milicia no son carnales» (2 Corintios 10:4). Tres reyes en el Antiguo Testamento murieron en batalla alcanzados por una flecha (Saúl, Acab y Josías). ¿Sería que no tenían puesta toda la armadura? Habían dejado un punto vulnerable por el cual fueron atacados, su negligencia les costó la vida.
Los lomos ceñidos hablan de siempre estar preparados. La coraza cubre el pecho y la espalda, y es para proteger los órganos vitales. «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón» (Proverbios 4:23). El calzado protege de los peligros inesperados en el camino. El escudo se refiere a un escudo grande que protege todo el cuerpo. Así es la fe para el creyente, apaga todos los dardos de duda que el maligno nos lanza. El yelmo o casco es una protección para la cabeza. Como cristianos debemos proteger nuestra mente y nuestros pensamientos. ¿Recuerda cómo fue vencido Goliat? Una sola piedra que quedó clavada en su cabeza venció al gigante. ¿Cuánto más nosotros debemos tener cuidado que un mal pensamiento quede clavado en nuestra mente y nos haga caer? Tomemos el yelmo de la salvación. La espada nos ayuda en la defensa y también es un arma de ataque. Así es la Palabra de Dios para el creyente. De último, pero no menos importante, la oración: toda oración, en todo tiempo, con toda perseverancia y por todos los santos.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios.
Miguel Mosquera
Compartir