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Todos estaban en silencio viendo la camilla pasar

Surgeon getting ready to operate on a patient

Era un momento solemne. Hay muchas personas de pie en el pasillo del hospital, amigos, familiares, doctores, enfermeras, personal administrativo, de limpieza, vigilancia. Están viendo una paciente en camilla ser dirigida al cuarto de cirugía. Es una paciente que acaba de morir, sin embargo, ha decidido salvar la vida de otros donando sus órganos a quienes los necesitan. “Juntos, honramos un gran sacrificio. Damos gracias” dice Jennifer, la coordinadora de donantes de órganos del hospital. 

Lo que hicieron en este hospital fue una caminata de honor para acompañar este paciente que al morir estaba ayudando a otro a vivir. La Sra. Whalen, presidenta del hospital, afirma que “las personas que donan para salvar una vida, son héroes”. Hay quienes, por problemas de salud, necesitan el reemplazo de un órgano. En ocasiones este órgano puede ser donado por alguien en vida, en otros casos, es necesario la muerte del donante para donar este órgano (como es el caso del corazón). 

Juntos, honramos un gran sacrificio. Damos gracias

Quisiera trasladarlo a otro evento ocurrido hace muchos años. Muchas personas de pie viendo un hombre salir de la ciudad de Jerusalén llevando una cruz. Mujeres lloran, soldados gritan órdenes, líderes religiosos rebosan odio hacia Jesús y hombres ebrios hacen burla con sus canciones (Salmo 69:12). La muerte era inminente. Quienes están presentes no están dando honor a Cristo, pero sí están presenciando un gran sacrificio. El Hijo de Dios está siendo llevado para ser crucificado para dar salvación al pecador, darte salvación a ti. Cuando escuchas o lees sobre la muerte de Cristo en la cruz, ¿causa algún impacto en tu corazón? O eres como aquellos de quienes escribió el profeta Jeremías, “¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor” (Lamentaciones 1:12). 

Al morir, un donante puede salvar, o mejorar, la vida de hasta 72 personas. Es una decisión voluntaria y, sin duda, un acto de amor al prójimo. El Señor Jesucristo dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). El amor de Dios va más allá, porque dice Romanos 5:8, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Ni tú, ni yo, merecemos este sacrificio tan grande realizado por Cristo. Es un regalo inmerecido de parte de Dios. Fue un sacrificio voluntario y era el único camino para darnos la salvación, no a 72 personas, sino a todo aquel que confía en Cristo para el perdón de sus pecados. 

No hay otra manera de recibir el perdón de tus pecados. El pecado arruina tu vida, te lleva a la muerte y destruirá tu alma por la eternidad. Cristo dio su vida en la cruz para salvarte. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Miguel Mosquera

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