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Un muro derribado

La ciudad estaba dividida, el lado oeste estaba creciendo potencialmente mientras que el lado este se estaba hundiendo en la pobreza; esto hacía que miles de personas comenzaran a emigrar de un lado al otro. Era el año 1961, la ciudad de Berlín estaba controlada por los americanos, en su parte occidental, y por los soviéticos, en la parte oriental. Había puntos de control a lo largo de la frontera que había sido demarcada entre la Alemania Occidental y la Alemania Oriental, restringiendo el paso. La medianoche del 12 de agosto de 1961 Alemania vivió lo que muchos pensaban que sería imposible que ocurriera, el gobierno comunista del Este dio la orden y en una noche la ciudad de Berlín quedó dividida por una pared que separó el Este y el Oeste de la ciudad; una pared de separación que duraría por los siguientes 28 años. Todos los habitantes de Berlín se sorprendieron aquella mañana del 13 de agosto de 1961, el paso entre los dos lados de la ciudad estaba prohibido. Familias y amigos quedaron separados, aunque tan cerca que se podían escuchar a través de la pared pero tan lejos por no poder tener ningún contacto entre ellos. Una noche que cambió la historia de los berlineses. Para los que habitaban el Este esta pared significaba un encierro, no tenían grillos ni cadenas, pero para ellos esta pared fue el fin de su libertad.

Sin embargo, podemos decir que aún más trágico fue el día en que el pecado entró en el mundo. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12), pero no solamente el hecho que el pecado entró en el mundo y marcó la historia de la raza humana, sino las consecuencias del pecado con respecto a nuestra relación con Dios. El pecado nos separa de Dios. No importa cuántos pecados hemos cometido ni qué clase de pecados hemos cometido, todo pecado nos separa de Dios. Isaías 59:2 nos dice que: “vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios”. Creemos que podemos hacer lo que queremos pero no nos damos cuenta que el pecado nos tiene esclavizados, por eso el Señor Jesucristo dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:34,36). Sólo Cristo nos puede liberar de esa esclavitud del pecado.

Flag of germany before blue sky

Durante esos 28 años en que el muro de Berlín estuvo levantado fueron muchos los que intentaron saltar el muro, la mayoría sin éxito. Muchos fueron arrestados o morían en el intento. Los políticos diplomáticos intentaban reconciliar las dos partes, pero sin mucho éxito. En lugar de hacerse más flexible, la tiranía se hacía cada vez más severa. Lo que comenzó como una pared se convirtió en varios muros y líneas de seguridad para evitar cualquier paso entre ambos lados. No fue sino hasta el 9 de noviembre de 1989 que el gobierno soviético permitió al pueblo a cruzar. El muro fue derribado y una estampida de personas cruzó ese día a la libertad. Hoy día solamente quedan fragmentos del muro de Berlín para recordar que ya no existe separación y que el camino a la libertad está abierto.

Hemos hecho referencia al trágico evento que introdujo el pecado en el mundo. Le hemos dado la espalda a Dios y nuestro pecado nos ha separado de Dios, haciéndonos sus enemigos. Nada podemos hacer para restablecer esa relación, pero Cristo, el Hijo de Dios vino desde el cielo para morir en la cruz y abrir la puerta y el camino que nos puede llevar al cielo. Dice el escritor a los Hebreos: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (10:19-20). Cristo es el único camino para llegar a la presencia de Dios. Él hizo la obra completa de nuestra salvación, fue condenado en la cruz por nuestros pecados para darnos la libertad y la satisfacción de nuestras almas. Confía en Él, en su obra de redención por nosotros y serás salvo.

Miguel Mosquera

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